El Cero Coronado
B”H
Meguilat Ester (Rollo de Ester)
Madrid (Sefarad), año 5769, que es 2009-
De Malcah
B”H
Meguilat Ester (Rollo de Ester)
Madrid (Sefarad), año 5769, que es 2009-
De Malcah
El personaje que va a retener hoy nuestra atención goza de un privilegio extraordinario, el de tener en hebreo un nombre hermosísimo, que basta para conferirle, entre los judíos, cierto “derecho de residencia” que su matrimonio con la reina Ester, quizás no hubiera bastado para garantizarle. Este nombre es Ajashverosh. Es la traducción al idioma de la Torah de Atajeres, que se conoce generalmente bajo la forma Asuero, que, de ahora en adelante vamos a utilizar, por ser la que figura en las traducciones.
No es corriente que un personaje esté dotado de un nombre cuya belleza musical llama la atención. Espero que todos coincidáis conmigo en conceder a esta particularidad unos segundos de atención.
Pero ya nos vamos a dejar de estética para hablar del personaje tal y como lo retrata el relato de la Meguilah.
En primer lugar, vemos a un potentado que exhibe su poderío político y económico ofreciendo a sus vasallos, nobles y príncipes, un banquete pantagruélico (perdonen el anacronismo, por favor, lo utilizo por pensar que su expresividad lo justifica.) Se entiende el afán de un soberano, que sólo lleva tres años en el trono de deslumbrar a quienes le están sometidos y podrían sentir la tentación de menoscabar el poderío imperial. El sentirse parte de él ayudará a aceptar el yugo: Hasta aquí, Asuero se muestra buen estadista. Exhibe un lujo inigualable y sacia a sus invitados de toda clase de manjares y bebidas. Su esposa, la reina Vashtí , por su parte, ofrece un banquete similar a las mujeres, tal vez por iniciativa propia, tal vez por respetar el protocolo. No lo sabemos.
Asuero, como lo veníamos comentando tiene el comportamiento de un emperador inteligente que invita a su mesa a los príncipes que son vasallos suyos y los atiborra de comida y bebida durante una semana, habiendo funcionarios la orden de satisfacer los caprichos de cada uno, lo cual le permitiría observarles, o mandarle espiar, para hacerse una idea de las preferencias y ambiciones de cada uno. Esto, no lo dice el texto, pero se desprende de su contenido
Si se limitara a actuar de esta forma manteniendo la cabeza fría, como buen gobernante, la saldría todo a pedir de boca, pero él no sabe guardar la distancia. Se emborracha tanto como sus invitados y pierde el control de la situación. Se le ocurre entonces nada menos que mandar llamar a la reina Vashtí para que venga a poner el colofón a la orgía contoneándose ante bebedores y vomitadores. Con absoluto desprecio del más elemental respeto, decide que su esposa será pasto de miradas lúbricas, objeto de ademanes obscenos y blanco de reflexiones llenas de lascivia. La mujer se niega y aunque el texto no aclara por qué motivos lo hace, éstos no son difíciles de imaginar. No sabemos si tiene conciencia de la afrenta que esto supone para su marido, pero entendemos su indignación que el sentido moral más elemental prohíbe condenar.
El caso es que se niega a obedecer y desencadena así el furor marital que, extrañamente no se va a manifestar en una explosión de ira sino en un desconcierto. Asuero que, hasta entonces parecía llevar las riendas de los acontecimientos, se encuentra desamparado ante una desobediencia, cosa a la que cualquier soberano debe saber enfrentarse. Desde luego acaba de actuar con irresponsabilidad. Está acostumbrado a creer que a cambio de dádivas y honores, tiene derecho a la sumisión ajena, exija él lo que exija y la rebelión de su esposa le sume en la perplejidad. No sabe reaccionar, pregunta a los “sabios” que conocen los tiempos, las leyes y todo lo sobrenatural. O sea, pide que la decisión la tomen otros en su lugar. El será un simple ejecutante.
Henos aquí ante lo que se va a revelar el rasgo de carácter más destacado de Asuero: su falta de independencia a la hora de tomar decisiones, su incapacidad para hacerlo. Es un niño mimado e inmaduro. Cuando no le dan su capricho de inmediato, va a refugiarse en las faldas de la niñera. En su caso, la niñera es la cohorte de consejeros y profesionales varios que le rodean, todos duchos en el asesoramiento a gobernantes desorientados. Son los científicos de la época, los “Bárbaros Especialistas” como los hubiera llamado Ortega y Gasset. Lo que conviene hacer con Vashtí, Asuero se lo pregunta a ellos. Este varón que, hasta este momento, se nos ha retratado como autoritario, e, incluso bastante despótico, es un ser caprichoso, desprovisto de voluntad. Le vemos completamente borracho, habiendo perdido hasta la más mínima sombra de autocontrol, lo cual es la actitud opuesta a la de un soberano capaz de estar siempre al mando.
Asuero no entiende que, para ser obedecido, es preciso sabe, en todo momento, lo que se tiene derecho a exigir y no salirse de este marco: El no lo sabe, es una persona débil. Cree que su posición social le da todos los derechos y ninguna obligación. Así es como se hace manipular por sus innumerables cortesanos que le observan, le conocen y le utilizan en provecho de sus ambiciones personales, dejándole creer que se le respeta mucho, cuando lo que hacen todos es despreciarle. Nadie que no se respete a si mismo puede respetar a su cónyuge, ni amarle. No sabe amar. No sabemos si Ester llegará a tenerle cierto cariño, pero sí podemos estar seguros de que, como buena mujer judía le respeta, porque el respeto al matrimonio es fundamental en el judaísmo.
En el Libro de Ester, hay un momento crucial. Es cuando Asuero, víctima del insomnio, pide que le lean las crónicas de su reinado y decide premiar a Mordejai. Esto, a primera vista, es una decisión simpático, digna de un corazón generoso. De hecho, no es de generosidad de lo que carece Asuero, sino de madurez. En su afán por premiar a Mardoqueo entra, sin ninguna duda, su perpetuo deseo de tener a los demás agradecidos lo cual les hará más sumisos y le dará a él fama de justo. No creo ser mal pensada- Los seres débiles se fían más de las transacciones que de los sentimientos que, en ellos, nunca son sinceros, porque la sinceridad supone valor para asumir la eventualidad de la traición, o del sufrimiento por alguna desgracia del amigo.
En cuanto al apego de Asuero por la reina Ester, se debe a la habilidad de los eunucos, a quienes, siguiendo las recomendaciones de su tío, Ester ha obedecido en todo. Ellos la prepararon para ser la favorita del rey, porque estaban seguros de que ella sería su criatura, fiel y obediente. No comprendieron que, siendo judía, Ester tenía valores propios, absolutamente inalienables y que, llegado el caso, prevalecerían sobre cualquier otra consideración, siendo la respeto por el cónyuge y la sexualidad la base misma de la vida social y familiar. No sabemos si Ester amó a Asuero, pero sí sabemos que siempre le respetó y que nunca le hizo el menor daño.
Según el texto, ella tuvo con los eunucos una relación cordial y siguió sus consejos durante tiempo, porque ellos sabían cómo funcionaban los asuntos de palacio, pero acabó librándose de su casi tutela. Probablemente sintió una enorme compasión por estos infelices mutilados. Una crueldad tan tremenda como la castración, no puede ni concebirse en el judaísmo
En cuanto a Amán él es el guardián y el explotador de todas las costumbres más inicuas que mantienen el sistema del que se aprovecha para medrar. Cuando comprueba que la reina no vacila en denunciarle, y que ella, además, representa el “lobby” más poderoso de aquel entonces, se asusta de verdad: Asuero0 hace lo de siempre: se escabulle, dejando a su esposa que se haga cargo de la situación. El se va a tomar el aire y, luego, finge tomar las súplicas de Amán por un intento de seducir a Ester. Se le ha servido en bandeja el pretexto que quería para deshacerse de un cortesano que ya le estorbaba, puesto que era el vencido de la pugna con los judíos y entregarlo a estos últimos, que eran los más fuertes.
Así fue como Asuero, coronado y librado de responsabilidades, pudo, por fin respirar tranquilo el aire que soplaba en los jardines de su palacio, mientras los judíos gobernaban por el bien general-
¡Bendito Sea el Eterno, Que nos permitió transformar la hostilidad de un déspota alienado, en una bendición para él y paranosotros!
No es corriente que un personaje esté dotado de un nombre cuya belleza musical llama la atención. Espero que todos coincidáis conmigo en conceder a esta particularidad unos segundos de atención.
Pero ya nos vamos a dejar de estética para hablar del personaje tal y como lo retrata el relato de la Meguilah.
En primer lugar, vemos a un potentado que exhibe su poderío político y económico ofreciendo a sus vasallos, nobles y príncipes, un banquete pantagruélico (perdonen el anacronismo, por favor, lo utilizo por pensar que su expresividad lo justifica.) Se entiende el afán de un soberano, que sólo lleva tres años en el trono de deslumbrar a quienes le están sometidos y podrían sentir la tentación de menoscabar el poderío imperial. El sentirse parte de él ayudará a aceptar el yugo: Hasta aquí, Asuero se muestra buen estadista. Exhibe un lujo inigualable y sacia a sus invitados de toda clase de manjares y bebidas. Su esposa, la reina Vashtí , por su parte, ofrece un banquete similar a las mujeres, tal vez por iniciativa propia, tal vez por respetar el protocolo. No lo sabemos.
Asuero, como lo veníamos comentando tiene el comportamiento de un emperador inteligente que invita a su mesa a los príncipes que son vasallos suyos y los atiborra de comida y bebida durante una semana, habiendo funcionarios la orden de satisfacer los caprichos de cada uno, lo cual le permitiría observarles, o mandarle espiar, para hacerse una idea de las preferencias y ambiciones de cada uno. Esto, no lo dice el texto, pero se desprende de su contenido
Si se limitara a actuar de esta forma manteniendo la cabeza fría, como buen gobernante, la saldría todo a pedir de boca, pero él no sabe guardar la distancia. Se emborracha tanto como sus invitados y pierde el control de la situación. Se le ocurre entonces nada menos que mandar llamar a la reina Vashtí para que venga a poner el colofón a la orgía contoneándose ante bebedores y vomitadores. Con absoluto desprecio del más elemental respeto, decide que su esposa será pasto de miradas lúbricas, objeto de ademanes obscenos y blanco de reflexiones llenas de lascivia. La mujer se niega y aunque el texto no aclara por qué motivos lo hace, éstos no son difíciles de imaginar. No sabemos si tiene conciencia de la afrenta que esto supone para su marido, pero entendemos su indignación que el sentido moral más elemental prohíbe condenar.
El caso es que se niega a obedecer y desencadena así el furor marital que, extrañamente no se va a manifestar en una explosión de ira sino en un desconcierto. Asuero que, hasta entonces parecía llevar las riendas de los acontecimientos, se encuentra desamparado ante una desobediencia, cosa a la que cualquier soberano debe saber enfrentarse. Desde luego acaba de actuar con irresponsabilidad. Está acostumbrado a creer que a cambio de dádivas y honores, tiene derecho a la sumisión ajena, exija él lo que exija y la rebelión de su esposa le sume en la perplejidad. No sabe reaccionar, pregunta a los “sabios” que conocen los tiempos, las leyes y todo lo sobrenatural. O sea, pide que la decisión la tomen otros en su lugar. El será un simple ejecutante.
Henos aquí ante lo que se va a revelar el rasgo de carácter más destacado de Asuero: su falta de independencia a la hora de tomar decisiones, su incapacidad para hacerlo. Es un niño mimado e inmaduro. Cuando no le dan su capricho de inmediato, va a refugiarse en las faldas de la niñera. En su caso, la niñera es la cohorte de consejeros y profesionales varios que le rodean, todos duchos en el asesoramiento a gobernantes desorientados. Son los científicos de la época, los “Bárbaros Especialistas” como los hubiera llamado Ortega y Gasset. Lo que conviene hacer con Vashtí, Asuero se lo pregunta a ellos. Este varón que, hasta este momento, se nos ha retratado como autoritario, e, incluso bastante despótico, es un ser caprichoso, desprovisto de voluntad. Le vemos completamente borracho, habiendo perdido hasta la más mínima sombra de autocontrol, lo cual es la actitud opuesta a la de un soberano capaz de estar siempre al mando.
Asuero no entiende que, para ser obedecido, es preciso sabe, en todo momento, lo que se tiene derecho a exigir y no salirse de este marco: El no lo sabe, es una persona débil. Cree que su posición social le da todos los derechos y ninguna obligación. Así es como se hace manipular por sus innumerables cortesanos que le observan, le conocen y le utilizan en provecho de sus ambiciones personales, dejándole creer que se le respeta mucho, cuando lo que hacen todos es despreciarle. Nadie que no se respete a si mismo puede respetar a su cónyuge, ni amarle. No sabe amar. No sabemos si Ester llegará a tenerle cierto cariño, pero sí podemos estar seguros de que, como buena mujer judía le respeta, porque el respeto al matrimonio es fundamental en el judaísmo.
En el Libro de Ester, hay un momento crucial. Es cuando Asuero, víctima del insomnio, pide que le lean las crónicas de su reinado y decide premiar a Mordejai. Esto, a primera vista, es una decisión simpático, digna de un corazón generoso. De hecho, no es de generosidad de lo que carece Asuero, sino de madurez. En su afán por premiar a Mardoqueo entra, sin ninguna duda, su perpetuo deseo de tener a los demás agradecidos lo cual les hará más sumisos y le dará a él fama de justo. No creo ser mal pensada- Los seres débiles se fían más de las transacciones que de los sentimientos que, en ellos, nunca son sinceros, porque la sinceridad supone valor para asumir la eventualidad de la traición, o del sufrimiento por alguna desgracia del amigo.
En cuanto al apego de Asuero por la reina Ester, se debe a la habilidad de los eunucos, a quienes, siguiendo las recomendaciones de su tío, Ester ha obedecido en todo. Ellos la prepararon para ser la favorita del rey, porque estaban seguros de que ella sería su criatura, fiel y obediente. No comprendieron que, siendo judía, Ester tenía valores propios, absolutamente inalienables y que, llegado el caso, prevalecerían sobre cualquier otra consideración, siendo la respeto por el cónyuge y la sexualidad la base misma de la vida social y familiar. No sabemos si Ester amó a Asuero, pero sí sabemos que siempre le respetó y que nunca le hizo el menor daño.
Según el texto, ella tuvo con los eunucos una relación cordial y siguió sus consejos durante tiempo, porque ellos sabían cómo funcionaban los asuntos de palacio, pero acabó librándose de su casi tutela. Probablemente sintió una enorme compasión por estos infelices mutilados. Una crueldad tan tremenda como la castración, no puede ni concebirse en el judaísmo
En cuanto a Amán él es el guardián y el explotador de todas las costumbres más inicuas que mantienen el sistema del que se aprovecha para medrar. Cuando comprueba que la reina no vacila en denunciarle, y que ella, además, representa el “lobby” más poderoso de aquel entonces, se asusta de verdad: Asuero0 hace lo de siempre: se escabulle, dejando a su esposa que se haga cargo de la situación. El se va a tomar el aire y, luego, finge tomar las súplicas de Amán por un intento de seducir a Ester. Se le ha servido en bandeja el pretexto que quería para deshacerse de un cortesano que ya le estorbaba, puesto que era el vencido de la pugna con los judíos y entregarlo a estos últimos, que eran los más fuertes.
Así fue como Asuero, coronado y librado de responsabilidades, pudo, por fin respirar tranquilo el aire que soplaba en los jardines de su palacio, mientras los judíos gobernaban por el bien general-
¡Bendito Sea el Eterno, Que nos permitió transformar la hostilidad de un déspota alienado, en una bendición para él y paranosotros!
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