Torah

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Objetivos

El objetivo de Emunah es compartir pensamientos y vivencias relaciónandolos con los preceptos toraicos porque los consideramos vigentes en cualquier tiempo y espacio. Emunah est,a abierta a todos, sean o no sean judíos, sean o no sean practicantes.

La palabra Emunah es hebrea. Designa la confianza total, absoluta en la Bondad Divina y en la capacidad del ser humano para integrarse a este flujo de Bondad y participar en su expresión para mayor gloria del Eterno y de su Creación.

viernes, 29 de agosto de 2008

Parashah Reé

Parashah Reé –El Poder de la Mirada

B”H

Sábado 30 de Agosto de 2008, que es 29 de Av del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah.

La interpelación “Reé” (“mira”) que inicia la parashah de este sábado es un imperativo singular que por cierto se dirige a un colectivo, porque el complemento del verbo “noten” (doy) que viene a continuación, es “lifneijem”, (ante vosotros). Aparece luego la palabra “hayom” (hoy) que es importante porque indica un hecho que se está produciendo en el presente, mientras Moshé está hablando. No se trata de ninguna reminiscencia, sino de algo completamente nuevo, por lo menos de algo que se ha de contemplar como visualisable y de inmediato. Por lo general, la Torah refiere las órdenes orales de Hashem a Moshé. Aquí, en cambio, aparece el vocablo “mirar”, aplicado a los dos polos del comportamiento de Hashem con Israel, la bendición o la maldición. Ambas han sido objeto de repetidas advertencias verbales, pero, en este momento, el Sumo Hacedor, más que un a escucha se refiere a una mirada, quedando la traducción literal de la primera frase de nuestro texto en: “Mira, Yo doy hoy ante vosotros la bendición y la maldición”. Sigue el enunciado de lo que es origen de cada una, la obediencia al Eterno, en el primer caso y la idolatría en el segundo. Todo el mundo, al emplear el giro:”Mira lo que te digo”, en lugar de “escucha”, solicitamos de nuestro interlocutor que se fije en el significado de nuestras palabras con especial atención, porque juntar la mirada a la escucha es alcanzar un grado elevado de concentración. Es tan importante la mirada en la calidad de la escucha que cuando tenemos un dialogo presencial con alguien, esperamos del otro que nos mire, hasta tal punto que si no lo hace estamos convencidos de que no nos presta atención. Los profesores lo sabemos muy bien, si advertimos que un alumno está mirando a cualquier sitio menos a nosotros, pensamos, con mucha razón que no está escuchando. Pero, en el texto que nos ocupa, el verbo “mirar”, como lo veremos a continuación, viene pronunciado con especial énfasis. Constituye la primera palabra de la parashah, está formada por dos letras, la “resh” y la “álef” que se encuentran en las dos primeras palabras de la Torah y por la “he” que es la letra central de “Elohim.”En efecto, la Torah dice:”Bereshit bara Elohim”. Es importante la presencia del verbo “ver” en el primer hemistiquio de Bereshit, porque anuncia, de un modo más o menos críptico, su reiterativo empleo todo a lo largo de la Creación, excepto en el día lunes. El Elohim “ve” Su Obra. Entonces, cuando Moshé incita a los Benei-Israel a “ver”, en el preciso momento en que ellos van a fundar su país, les está invitando a prepararse seriamente para poder verlo siempre como algo bueno. Para esto se les repite la condición que es obedecer al Eterno.
Muchas personas preguntan por qué la Torah repite hasta la saciedad la existencia de la misma alternativa que conocemos desde los días antiguos: Si obedecemos al Eterno y hacemos Su Voluntad, El nos bendice y, en caso contrario, nos maldice. Esta reiteración es aparentemente superflua, puesto que ya se han mencionado en infinidad de ocasiones. La respuesta es que la Torah está escrita de tal forma que cualquier persona, al leer uno de sus párrafos entienda de inmediato la exigencia formulada, sin tener que andar indagando por el resto del texto, cosa que sí, se puede hacer con los capítulos de corte histórico, pero no con las exigencias relativas a la relación con el Creador, que no es ninguna narrativa, sino el molde espiritual de nuestro ser y por consiguiente una verdad que ha de estar omnipresente en el Libro, para evitar la dificultad a la hora de encontrarla. Los judíos hemos conservado esta aversión a la azorada búsqueda entre las páginas de un libro santo, así nuestros sidurim (libros de rezos) contienen la repetición de los rituales y oraciones para cada circunstancia. La shem´á, por ejemplo, viene enteramente escrita en el conjunto de rezos de la mañana, y otra vez en el de mediodía, y de nuevo, en el de la noche. Nada debe resultar un obstáculo a la concentración del orante. Por otra parte, y, puesto que estamos en Parashah “reé”, referiré aquí la costumbre nuestra de leer el texto, si esto es posible, aunque lo sepamos de memoria. Lo miramos, con la forma de sus letras y, en ocasiones, como en la “shirat Hayam”, con la disposición especial de sus versos. La mirada tiene el poder impregnar el alma con la energía de las letras que El Eterno destina a la formación de nuestra unidad interior.
El situarse en el ámbito de la mirada es dedicar atención al espacio. Este va a ser el objeto de la orden proferida por Haqadosh Baruj Hu en los versículos 29 y 30 de este mismo capítulo 11 de Devarim que estamos leyendo y cuyo enunciado es : “Pondrás la bendición sobre el Monte Grizim y la maldición sobre el Monte Ebal.” No es la primera referencia de la Torah al poder de la mirada. En el capítulo 21 de Bamidbar, se relata que Hashem ordenó a Moshé hacer una serpiente de cobre para que, al mirarla, los Benei-Israel que habían sido mordidos por serpientes venenosas como castigo por una de sus incontables rebeldías, sanaran de inmediato. Cuando Moshé les ordenó mirar dos montes que se encuentran en la Tierra de Promisión, los Benei-Israel, ya tenían noción del poder de la mirada para influir sobre el desarrollo de la existencia. No debieron, pues de extrañarse ante la orden de mirar hacia dos montes, el Grizim y el Eval, parar situar la bendición sobre el primero y la maldición sobre el segundo. La novedad con respecto al episodio de la serpiente de cobre consiste en primer lugar en el hecho de que, esta vez, el objeto de la mirada no es obra del arte humano, sino un par de montes, es decir una Obra del Eterno y, en segundo lugar, que son los Benei-Israel quienes han de conferirle su valor simbólico. Esta mirada dirigida a los dos montes es el eje de la posesión de Eretz Israel. Los dos montes están destinados a recordar al pueblo que poseen la Tierra Prometida a condición de no fallar en el cumplimiento de las órdenes divinas. Mirarlos es indispensable.
El párrafo se cierra con el consabido: “Observaréis todos los estatutos y preceptos que presento hoy ante vosotros. Se ha traducido por “presento” el verbo hebreo “noten” que significa “dar” y, realmente, este caso, es el más adecuado, porque las órdenes se dan, ni se venden, ni se prestan y esto, en todos los idiomas. Ahora bien, aquí el empleo del verbo presentar permite conservar la expresión “ante vosotros”, lo cual es muy importante porque está relacionado con lo visual y por lo tanto, con el tema central de la parashah.
El capítulo 12 que se inicia a continuación es el enunciado de un precepto esencial que concierne el espacio. Hashem, en dos líneas preciosas, manda a los Benei-Israel destruir los lugares sagrados de los idólatras. Enumera los lugares de una forma que se podría calificar de fotográfica. Es el segundo hemistiquio del versículo 2 una tarjeta postal, leerlo y ver las montañas, las colinas y lo árboles frondosos, es todo uno e, incluso, se transmite a través de estas palabras tan sencillas, el encanto de una naturaleza seductora que, fácilmente puede incitar a la idolatría. El mensaje subyacente es “¡Ten cuidado, la belleza de la Tierra, también puede ser una trampa!” El ojo puede ser un enemigo del recto proceder y causa de que nos echemos a nosotros mismos el llamado “mal de ojo” y la mirada puede emponzoñarnos la vida. La belleza, sea de la mujer, sea del hombre, del niño, del animal, de la obra de arte o de la naturaleza, siempre puede ser una trampa, porque, con toda su inocencia, puede incitar al ojo que la mira a tratar de prostituirla. Eretz Israel ha de ser el lugar santo por excelencia, el espacio en el que no se prostituye la naturaleza convirtiéndola en morada de ídolos.
No sobra recalcar que esta alusión de Moshé a la naturaleza ni es superflua, ni es caprichosa. Para darle toda su importancia, bastará con pensar que destruir un edificio, tanto un templo como cualquier otro, no supone sino un esfuerzo físico, pero los lugares de culto ubicados en espacios naturales, como aquellos que la Torah denomina “lugares altos” son menos vulnerables porque, ahí el espacio de la idolatría permanece, lo cual explica la insistencia del texto sobre la necesidad de limpiarlos, como se asea un espacio que ha sido mancillada por alguna enfermedad infecciosa. La idolatría, cuando se apoya en espacios naturales, no es únicamente una enfermedad, sino también una prostitución de la Naturaleza, porque, como ahora lo vamos a ver, es posible prostituir a la Naturaleza y tal prostitución va inevitablemente ligada a alguna forma de idolatría.
A la naturaleza, se la admira, se la respeta, se la cuida y se la utiliza para bien, pero sin perder de vista que se la puede prostituir y no sólo cultivando coca u opio, sino vendiéndola como objeto de consumo, lo cual es aún peor, porque es un desprecio total por una obra magnífica del Creador y afecta al conjunto de la población mundial. Bastará con hojear un folleto turístico para ver a los indefensos bosques tropicales sometidos, cuales bailarinas de elegante cabaret a la obligación de contorsionar su desnudez ante la lascivia de unos espectadores que creen haber comprado el derecho a digerir la dignidad ajena con el ojo y su potenciador, la cámara o cualquier otro artilugio cuyo nombre desconozco pero cuyo manejo mis nietos, como los vuestros, imagino, ya dominan a los 8 o 9 años. Se les lleva a plantar árboles en un monte a las afueras de la capital, sin decirles que la contaminación producida a diario por el autobús escolar, como por cualquier otro vehículo que usa petróleo, los matará. Plantar árboles se ha considerado desde que el ser humano habita este planeta, una tarea hermosa y necesaria. Efectivamente, se debe acostumbrar a los niños a hacerlo, pero de forma honrada. Ahora bien, mientras los niños plantan, el desmadre no es muy grave. Lo que sí es grave y gravísimo, es la venta de la Naturaleza a los “turistas”, una muchedumbre que, so color de ir a admirar la belleza de los lugares exóticos, los transforma en imágenes, fotos, filmaciones “souvenirs” y otros objetos que encontrarán su templo pagano en las estanterías y vitrinas de sus adoradores, quienes han pagado una fortuna para ir a pasar unas cuantas noches en un hotel construido en cualquier país lejano, sobre un terreno que, previamente, ha sido privado de su vegetación.
Pues bien, la parashah “reé” nos invita a reflexionar sobre estas cosas que están invadiendo el mundo moderno, por no decir que lo han invadido ya. Hay países que venden su naturaleza y otros que la compran. Es asunto de dinero. El Becerro de Oro es el patrón de la idolatría. Si la parashah de hoy insiste tanto sobre la necesidad de ser vigilante para evitar cualquier rebrote de idolatría en Eretz Israel, es precisamente, porque ésta puede tomar formas muy diversas. Hay que estar atento. La naturaleza no puede evitar la agresión que la técnica moderna multiplica sin cesar, pero puede vengarse porque el Sumo Hacedor la ha dotado de un descomunal poder de réplica. En lo que va de siglo, hemos asistido ya a un incremento sin parangón de los desastres naturales y esto lleva camino de seguir aumentando. Para este fin de semana, se espera que “La Madre de todas las Tormentas” asole Luisiana y estados vecinos, después de haberse cebado con las islas caribeñas. Toda clase de plagas devoran la vegetación y el suelo está contaminado: La tierra nos vomita como consecuencia del maltrato que se le inflige en nombre de la superioridad humana sobre la Voluntad Divina.
Nuestro texto contiene también advertencias contra algunas prácticas paganas que son una agresión al cuerpo humano, semejante a las que afectan a la naturaleza .Un día tendremos que hablar de las agresiones que se le infligen al cuerpo, en la sociedad actual, con el pretexto de aumentar su belleza. Por hoy, nos limitaremos a señalar que la alimentación del Pueblo Elegido está regida por una ley que permite todos los vegetales pero limita el consumo animal. Es un modo de cuidar el cuerpo cuyas razones no son siempre fáciles de entender, pero confiamos en que Hashem al dictarnos Su Voluntad no nos inflige privaciones sino que nos ofrece una dieta capaz de mantener en nosotros la fuerza de ser Su Pueblo y Le bendecimos de todo corazón por Su Infinito Amor que nos ordena ser capaces de mirar de frente las consecuencias de nuestros actos
¡Baruj Hashem!

martes, 26 de agosto de 2008

Parashah ´Équev

Parashah ´Équev – El Punto Sensible –
B”H
Sábado 23 de Agosto de 2008, que es el 22 de Ab de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah
En tanto que segunda palabra de la parashah que a la que sirve de título, la palabra ´équev es una conjunción consecutiva. Significa básicamente. “Por lo tanto”, “puesto que” o “por consiguiente” de forma que la primera frase de nuestro texto se traduce con exactitud así: “Como consecuencia de que escuchéis estos preceptos y los guardéis, el Eterno, tu Elohim, guardará el Pacto y te otorgará Su Merced como se lo juró a tus padres” Empleado en este sentido, “´équev” no constituye ningún motivo especial de reflexión. Sin embargo, es una voz extremadamente llamativa porque, además de este su primer sentido, tiene un amplio espectro semántico que suscita muchas meditaciones y que tiene en la Torah una presencia insistente, tan marcada como la sonoridad de contrabajo de sus consonantes, presentes en la etimología de numerosas palabras, la del nombre de Ya´acov Abinu, en particular (el patriarca Jacob).

En tanto que sustantivo, significa “talón, calcañar”, incluso puede ser la planta del pie. En tanto que verbo, puede ser “poner la zancadilla, suplantar, distorsionar, falsear, engañar, sujetar, impedir… y muchas cosas más, pero también tiene acepciones positivas, tales como “consecuencia, resultado, gratificación, salario, recompensa”. Realmente, no sería muy exacto calificarle de palabra polifacética, porque todos los significados que adopta tienen un lazo muy estrecho entre ellos, siempre se refieren a las consecuencias de pensamientos y acciones, en particular, de las originadas por el uso del punto débil, propio o ajeno, materializado anatómicamente en el talón. Os diré, de paso que la expresión “El talón de Aquiles” existe en hebreo. Es “´´Equev-Ajiles” ¡Para que luego nos venga a reprochar el tener en poco a los griegos!
La primera vez que esta palabra aparece en la Torah es en el versículo 15 del tercer capítulo de Bereshit, cuando el Elohim, amonesta a la serpiente comunicándole Su decisión: “Ella te pisoteará la cabeza y tú le herirás el talón”. La mujer, a pesar de su pecado, mantiene la dignidad propia del ser humano, ella dirigirá su agresividad a la cabeza, pero la serpiente deberá asumir las consecuencias de su vileza. Usó el engaño, o sea que atacó a la mujer en su vulnerabilidad, en el talón. Por esto, tendrá que hacerlo siempre así. Hemos mencionado hace poco que el engañar es una acción que se puede expresar por el verbo ´Áyin, qof, beit (´aqav).
Siglos más tarde, fue Ya’acov Abinu (el patriarca Jacob) quien invirtió la tendencia al nacer, porque apareció trabando el talón de su hermano Esau que había nacido el primero, pero que, con los años, se revelaría materialista y superficial, totalmente inepto para asumir responsabilidades de jefe espiritual. El episodio del plato de lentejas, que se plasma como el nudo del asunto es revelador. A Esau, su hermano ni le roba la primogenitura, ni se la quita por la fuerza, le propone un trato y él lo acepta con sumo desprecio por el derecho que está vendiendo. Su hermano es más inteligente que él, le agarra por su punto débil, por el talón que se hubiese transformado en el asiento de su fuerza, si no hubiera cedido. La consecuencia de su firmeza habría sido una recompensa, el incremento de la dignidad que le hubiera designado como apto para el mand0. Se nos ofrece aquí un valioso ejemplo de este rasgo tan genial de la lengua hebraica que puede conferir a una sola palabra los significados más opuestos sin incurrir en contradicciones. La lección que se desprende de aquel episodio tan relevante de la historia humana es que las circunstancias en sí no determinan nuestra historia.
El suplantador, Ya’acov, nuestro tercer patriarca, por la fuerza interior que le confirieron las virtudes de los dos anteriores, supo coger por el talón al hermano de mentalidad grosera, que sólo veía el llamado “lado práctico” de las cosas, lo inmediato lo concreto y tenía afectivamente sojuzgado a su padre, como suelen hacerlo los amantes de la fuerza bruta con los meditativos que ven en ellos a invencibles dominadores, vencedores de las contingencias. Ya´acov, que nació dispuesto a ser dueño de la autoridad, comprendió que el poder radica en la voluntad y no en una circunstancia como el hecho de salir el primero del vientre materno. Con esto, se hizo digno de engendrar los jefes de las doce tribus que, andando el tiempo, constituirían nuestro pueblo. Pero, para hacerlo, tuvo que recurrir a un engaño, asumiendo de esta manera, la necesidad de remediar un engaño malintencionado con otro, necesario y muy gratificante para él, pero doloroso, porque engañar a su propio padre no debe ser ningún plato de gusto. Ya´acov lo asumió como asumió siempre todo y durante toda su vida. Lo suyo era “Equev”, o sea, agarrar r el talón, suplantar y asumir las consecuencias, al precio, por cierto, de ser él también víctima de un engaño cuando su boda, puesto que una hermana suplantó a la otra. Esto también lo supo asumir porque las exigencias del “Equev” las llevaba siempre activadas en el alma: Es algo que nos legó a sus descendientes, porque, a trancas y barrancas, en algunas ocasiones y con inflexible fidelidad en muchas otras, hemos sabido seguir existiendo a lo largo de los siglos, asumiendo todas las consecuencias de ser “un pueblo aparte, que no se puede contar entre las naciones.” Para conseguirlo, nos hemos visto a menudo en el brete de recurrir a alguna jocosa astucia. Os citaré una de ellas porque se refiere directamente al patriarca Ya´acov y a mi esposo de bendita memoria que se llamaba Diego, según una tradición familiar que se remonta a la alta Edad Media, cuando se formaron las lenguas peninsulares. El nombre Ya´acov, por efecto de una evolución fonética normal, se transformó en “yago”, de forma que los cristianos gallegos llamaron a su apóstol Santo Yago pronunciándolo “Santiago”, que algunos cortaron erróneamente, creyendo que era San Tiago. .Loa Judíos, deseosos de dar a nuestros niños un nombre que reconociéramos fácilmente, sonorizamos la “t” y fabricamos el nombre “Diego” que, durante tiempo no llevaron los cristianos.
Ahora, dejándonos de anécdotas y resumiendo lo anterior podemos afirmar que el secreto de “Equev” es que se puede transformar la debilidad en fuerza, con tal de asumir los propios compromisos. Esto es precisamente lo que El Todopoderoso explica a los Benei-Israel por el órgano de Moshé, desde el principio de nuestra parashah, cuando insiste sobre la proporcionalidad que lógicamente, debería existir entre la obediencia a la Torah y las bendiciones recibidas del Cielo, siendo las segundas efecto de la primera, cosa que va a resultar imposible por la costumbre que tiene el Pueblo Elegido de apartarse de la senda marcada y rebelarse contra los Mandamientos divinos, haciéndose acreedor a la humillación de deber su bienestar a la depravación de otros pueblos, idólatras y degenerados. Moshé lo deja bien patente en su discurso.
De todas formas, si Israel se muestra capaz de portarse decentemente, como se lo manda su Elohim, lo cual, por cierto, es muy fácil, porque el Eterno nunca exige nada que no sea factible con un mínimo esfuerzo e, incluso, sin él todas las bendiciones le envolverán en un manto de dicha. Esto, por cierto, es muy fácil. Practicar la Torah está al alcance de cualquier persona o grupo de buena voluntad. El Eterno no exige ni sacrificios horribles, como el Moloj, ni privaciones, ni flagelaciones, ni esterilidad voluntaria, ni la renuncia a ninguno de los placeres de la vida, siempre que el ser humano no los transforme en vicios. La Torah es muy fácil de cumplir: Si nos molestáramos en hacerlo, lo comprobaríamos en seguida. Las dificultades, las angustias y las tensiones, las introducimos nosotros en nuestras vidas, primero por las perpetuas dudas a las que dejamos agarrarnos por el talón: Nos preguntamos si el Eterno, por casualidad, no sería injusto al tolerar que unos nazcan pobres o enfermos mientras que otros disfrutan de los privilegios que nos están negados a nosotros, sin advertir que semejantes “privilegios” son casi siempre el “talón”, el punto débil de quienes los reciben, pero son incapaces de disfrutarlos. ¡Cuántos niños nacidos y criados en países ricos, cubiertos de toda clase de bienes materiales, e incluso, instruidos en la religión, están siempre descontentos, aburridos, necesitados de cuidados psicológicos y acaban deshaciéndose la salud con drogas o alcohol! No se preguntan qué va a ser de sus propios hijos. Conozco a una guapetona veinteañera, culta, políglota y capaz de tocar muy bien el violín, que tiene un buen empleo en una empresa prestigiosa. Ella no tiene vicios y no se droga, pero reprocha a sus padres, en los términos más soeces, el haberla “aburrido y oprimido con la práctica religiosa que le prohibía comer cerdo, como todo el mundo e ir a la discoteca en Shabbat”. Cuando la madre le objetó: Mira el mal ejemplo que estás dando a tu hijito, ella contestó que su hijo no podrá reprocharle semejantes malos tratos, porque ella no se los inflige. No llega a imaginar que, igual, sin llegar a reprochárselo, porque no es imposible que él, sí respete a sus padres, lamentará no haber recibido una educación religiosa y buenos ejemplos. Esto será la consecuencia de haber entregado el talón a la frivolidad y a las rabietas de todos los mimados. También conozco a un hombre que se aproxima a los sesenta años y que padeció poliomielitis de pequeño. No podía jugar con los demás niños que, en muchas ocasiones se reían de él y le hacían sufrir físicamente. De una u otra dolencia, ha estado casi toda su vida enfermo, lo cual no le impidió cursar estudios y convertirse en ingeniero químico. Su mujer y él se quieren como el primer día o más, porque llevan muchos años de amor. Tienen hijos y nietos: Ahora mismo, el pobre hombre tiene que aguantar una quimioterapia muy desagradable: Es un ser encantador, culto, inteligente, bondadoso, cuyas reflexiones sobre la Torah son de una profundidad admirable y ser amiga suya es todo un privilegio. Siempre le insto a que escriba sus vivencias y reflexiones, pero, de momento, su modestia se lo impide. Cuento con vosotros para pedir a Hashem que se la disminuya un poco.
Si estos dos ejemplos sirven para ilustrar el mensaje básico de nuestra parashah, habré alcanzado mi objetivo al referíroslos. Creo que muestran como nuestra vida es consecuencia del modo que elegimos de utilizar nuestros puntos débiles. Podemos ceder a la presión de la moda y de los discursos delirantes que instan a nuestros contemporáneos a poner sus caprichos por delante de todo y a enfurecerse cuando encuentran alguna traba en el camino del egoísmo y de la autocomplacencia, pero que les acarreará una insatisfacción cada día mayor y un auto desprecio creciente. ¿No sería, acaso, más sensato asumir la responsabilidad de considerar la adversidad a la que El Todopoderoso nos somete como una oportunidad de superar el dolor y el desaliento?. La Torah es un camino, es dictada a Israel a lo largo de un camino. Tachar al Eterno de injusto cuando no nos gustan nuestras circunstancias es presentar nuestro talón a la mano desaprensiva del Satán, que no tardará ni un segundo en asirlo.
Por otra parte, como lo acabamos de mencionar, la Torah es fácil de practicar, no nos exige nunca nada que no sea factible por cualquier ser humano, incluso el que no está dotado de facultades intelectuales superiores. No exige la renuncia a nada, nos permite gozar de todas nuestras funciones fisiológicas siempre que no nos entreguemos a la perversión, no nos exige privaciones. En lo único que se muestra algo restrictiva es en el consumo de animales. Ahora bien, si se compara la dieta casher, que se puede respetar siendo vegetariano, lo cual es la solución cuando no se tiene alguna carnicería judía a mano, sin contar que se puede echar Mano, también de muchos pescados que se venden por todas partes, si se compara, digo, con las estrambóticas dietas recomendadas por algunos nutricionistas, la cashrut es un mimo. Quienes se quejan de sus exigencias, no deben de recordar loa años de la guerra, cuando los niños de tres años suplicaban por tener un trocito de pan. Un día, mi hermanita dijo:” Sólo quiero un trozo de pan, un trozo pequeño.” Y yo contesté:”¡Yo me comería la mesa!”Con respecto a la comida, es importante recalcar que si bien es tradición en el judaísmo el observar varios días de ayuno repartidos a lo largo del año, ésta no es una imposición toraica y quien no se encuentra en condiciones de hacerlo, está exento. Me contó un rabino que, en una ocasión se desplazó hasta un hospital para exigir a una anciana en exceso cumplidora que se alimentara el día de Yom Kipur. La Torah exige que los Benei-Israel se humillen en Yom Kipur, no que ayunen. Os estoy hablando de la Torah Escrita. No manda nada que no pueda hacer cualquiera. La Torah es la expresión de la Bondad, del humanitarismo más acendrado y del Amor, el sublime Amor de Hashem por sus criaturas.
Hashem sabe que su Torah es perfecta y fácil de observar. El la ha hecho, precisamente, para que la humanidad la tenga al alcance de la mano cual utensilio inalterable que le oriente en el camino y le conduzca por vía segura hasta la puerta del Paraíso que siempre está abierta a quienes saben amar-Le, es decir obedecer-Le disfrutando de todos los dones de la vida. Ha elegido a un pueblo con la intención de implantar en este mundo una colectividad ideal y ejemplar. El cumplimiento de la Torah no es asunto individual, sino colectivo. Se entiende, porque los asuntos individuales no se extienden a todos los ámbitos de la existencia, no abarcan, por ejemplo, la organización administrativa ni, sobre todo, el trabajo conjunto, sin el cual ninguna sociedad puede mantenerse en pie. El individuo no puede sobrevivir sin los demás cuyo trabajo le permite cubrir sus necesidades. Son éstas reflexiones triviales, que pueden parecer infantiles, pero que no son ociosas en una época como la nuestra en la que mucha gente, al disponer en su hogar y en su puesto de trabajo de toda clase de aparatos personales, cree n o necesitar a sus congéneres, olvidando que los aparatos se los tiene que hacer alguien, como el pan. La regla de vida ha de enfocarse en el marco de la colectividad y, por lo tanto dar un lugar privilegiado a la solidaridad. Por poco que lo pensemos, comprenderemos que, en realidad, el individuo tiene una existencia muy precaria. Ya lo hemos subrayado en otras ocasiones: “Aní” que es el pronombre “yo” y “Ain” que significa “no existe” están formados por las mismas letras. Todos juntos constituimos una unidad que es la Humanidad, por lo que está dicho:”Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y, en el seno de la Humanidad, debemos ser la colectividad santa, Israel. Israel es Ya´acov, el que suplanta a los idólatras, porque si no fuera así la idolatría seguiría teniendo derecho de residencia en este mundo. Si me objetan que a que a los judíos nos han suplantado en innumerables ocasiones, contestaré que no. Nos han usurpado, es innegable, pero la usurpación supone la imitación. Se podrán desvirtuar nuestros valores y nuestras costumbres, pero no suplantarlos, porque el Equev es nuestra fuerza.
Nos queda por constatar que el Eterno tiene confianza en Israel. Todas las advertencias de Moshé lo demuestran. Nadie previene de un peligro a quien está inhabilitado para soslayarlo. Se nos previene porque podemos ser vencedores y, hablando en términos familiarmente humanos, podemos justificar el Optimismo del Eterno con respecto a nosotros. Lo haremos, nos portaremos bien, justificaremos el segundo párrafo de la Shem´á que, con el añadido de unos versículos que prometen las victorias militares y la invencibilidad al pueblo cumplidor, clausura la parashah, describiéndonos como tendremos de todo en abundancia, si sabemos cumplir con la Santa Torah por cuyo don bendecimos Hashem.

viernes, 22 de agosto de 2008

Parashah Vaetjanán

Parashah Vaetjanán – La Clave de la Vida

B”H

Sábado 16 de Agosto de 2008, que es 15 de Ab del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah

Con el versículo 23 del tercer capítulo de Devarim, se empieza una nueva parashah, titulada “Vaetjanán” según su palabra inicial, que significa: “Rogué, supliqué”. (Por cierto, las personas que tengan en manos el texto de mi comentario del año pasado, quizás se extrañen de que figure en él la traducción: “Imploró, rogó…”, es decir una tercera persona totalmente inexacta. El error provino seguramente de una confusión debida a la dificultad de leer mi letra manuscrita por parte de la amiga que transcribió el texto. En aquel entonces, yo no disponía de un ordenador y mis textos sólo se pudieron mandar, durante muchos meses, gracias a la bondad ajena. Os ruego que me perdonéis la torpeza.)

Volviendo ahora a la palabra “Vaetjanán”, debemos indicar, ante todo que la pronuncia Moshé, después de haber recordado a loa Benei-Israel en qué condiciones han llegado a la frontera de la Tierra Prometida y el trato que tienen hecho con las dos tribus y media que se han asentado en la margen izquierda del río Jordán. Su discurso, ya lo hemos observado la semana pasada, tiene un tono pausado de didáctica recapitulación. Quiere dejarlo todo muy claro para que quienes van a heredar la tierra de Canaán y sus descendientes recuerden siempre su historia sin esta complacencia tan peligrosa que suele acompañar el relato de vivencias pasadas, pero también quiere que tengan siempre muy presente que la Protección Divina planea sobre ellos y que, por consiguiente no deben asustarse por la aparente fuerza de los pueblos vecinos. El los ha traído hasta el país que les prometió y, si Le son fieles, obedeciendo-Le y confiando en Su Palabra, nada tendrán que temer. La confianza en Haqadosh Baruj Hu es fundamental, es ella la que proporciona al ser humano la libertad de seguir sus impulsos positivos sin que las dudas y el recelo, generadores de angustia, mermen sus fuerzas. Ni el recelo ni la duda son asunto de prudencia, son impulsos negativos que acaparan una parte de la energía necesaria para alcanzar las metas anheladas. Son debilitantes. Mucho antes que los modernos psicólogos, la Torah nos enseñó la valía de la autoconfianza, la cual no es sino la confianza en la luz divina que mora en nuestra alma.

Terminado este párrafo, Moshé vuelve a hablar de sí mismo y este cambio en el centro de interés es lo que justifica el paso de una parashah a otra. Nos encontramos de nuevo con la majestad que envuelve las palabras de nuestro incomparable maestro cuando habla en primera persona. Aquí, refiere su plegaria a Hashem con una sinceridad llena de piadoso respeto que es un verdadero modelo de estilo para cualquier orante. Repite el contenido de su implorante súplica y la arisca respuesta del Todopoderoso, Que no le concede sino una mirada panorámica de la Tierra Prometida, mientras que a los Benei-Israel ya no les castiga por sus repetidas rebeliones. Moshé nunca se rebela. Nunca lo ha hecho, y ahora tampoco lo hace, ni siquiera lo piensa, pero sí confiesa al pueblo su profunda melancolía. Dice: “fue por culpa vuestra” (“Lema´anjem”). Por cierto, nadie le pide perdón. No parece que siquiera agachen la cabeza los Hijos de Israel.

Desde luego, semejante ingratitud con las personas que asumen los problemas de los demás y que, amén de poner su empeño y sus desvelos en resolvérselos, les comunican las recetas que les permitirán evitarlos en el futuro, se produce muy a menudo. Sea que los auténticos salvadores no tengan el talento político para presentarse como tales, sea que los salvados huyan de la autenticidad propia del genio que todo lo soluciona, el caso es que suelen apartarse de su compañía y tratar de rebajarle. Es una constante en las relaciones de Moshé con los Benei-Israel: nunca hacen nada por él y nunca le piden perdón. Sin embargo, él, ya lo sabemos, les ama con todo su corazón, con toda su alma y con todos sus medios. El ama al Eterno, lo cual implica amar al Pueblo Elegido. No es, pues, de extrañar que la orden de amar a Hashem se encuentre en esta misma parashah, poco después de le repetición de los Diez Mandamiento que son la sublime expresión de Su Amor por nosotros.

¡Amar a Hashem! Esto lo va encarecer Moshé al Pueblo elegido en un párrafo de 48 palabras que iba a convertirse en nuestro rezo básico e identificador, la magnífica “Shem´á” que nos acompaña durante todos nuestros días y hasta en nuestro lecho de muerte, porque contiene el secreto de la vida temporal y abre la puerta de la vida eterna.

“Shem´á” es un imperativo que significa:”escucha”. Es, ciertamente la exhortación más solemne de toda la Torah. Se ortografía “shin, mem, áyin”, o sea que las dos primeras letra forman la palabra “Shem”, que es el Nombre y, como ya sabéis casi todos, el Nombre Es el impronunciable tetragrama que designa al Todopoderoso. Constituye la sílaba inicial del verbo escuchar, lo cual nos ha de recordar constantemente que a Quien debemos escuchar siempre es a nuestro Elohim, a Hashem y, por lo tanto, que el hecho de de escuchar es sagrado, no se le puede tener en poco, desvirtuarlo o profanarlo. Es importante mirar a quien se escucha y, por esto, la última letra de la palabra es la “´ayin”, la misteriosa “´ayin”, que indica a la vez el ojo y la fuente. Con toda evidencia, el mirar, aquí se emplea en sentido figurado y señala la necesidad de ser cauto a la hora de escuchar: Nuestra primera madre, Eva, no lo fue y escucho a la serpiente a quien debemos el conocimiento de la muerte.

A este respecto, es digna de mención la marejada de discursos, muy a menudo infames, que rompe sobre el hombre moderno. Se le incita a ver en las peores abominaciones una forma de progreso, de liberación, de realización personal, se le instiga a deshacerse de los viejos tabúes de una moral anticuada, sobreentendiendo que se trata de prescindir de cualquier atisbo de virtud, pero este ultimo vocablo nunca se emplea, ya es tabú. Virtud y deber son palabras y conceptos en vías de desaparición. Si escuchamos a los voceros de la “apertura mental”, acabaremos restregándonos en el fango de la degeneración y endilgando a nuestros hijos las series de majaderías que ya nos habrá infectado el alma y que les conducirá a la peor de las esclavitudes, en un mundo satánico. Se les obligará a cambiar de sexo, a traficar con órganos propios y ajenos, a prostituirse públicamente…a cualquier horror. Es un imperativo absoluto el tener cuidado con lo que escuchamos y dejamos escuchar a nuestros chiquitines, porque ellos, todavía, no son responsables. Al oír decir que la prostitución es un derecho inalienable, lo creerán. En cambio, si oyen que la prostitución es una monstruosidad con la que se debe acabar, castigando, en primer lugar, a quien la utiliza, luego a quien se lucra con ella y, por fin a quien la practica voluntariamente, no se dejará engañar por los discursos subversivos que la presentan como una “opción” aceptable mientras no medie presión.

Si volvemos ahora al discurso de Moshé, veremos que él nos ordena escuchar la verdad pura que lo fundamenta todo y que es la Unidad del Eterno. El versículo en el que la enuncia contiene seis palabras, como los seis días de la Creación. Dice: “Escucha, Israel, Hashem, nuestro Elohim, Hashem Es Uno”. Es la proclamación de la Unidad Divina que implica nuestra integración a Su Divinidad y Su Presencia en nuestra condición humana. El Es el Ser Absoluto, el Todo que nos engloba en Su Unidad y esto, para toda la eternidad, como lo demuestra la presencia de dos letras mayúsculas excepcionales en el texto: La ´áyin de Shem´á y la dalet de “ejad”. Nos encontramos ante una particularidad caligráfica de suma importancia porque las dos letra juntas forman la palabra “´ád” que significa “eternidad”. En la cuarta palabra de este mismo versículo, se nos recuerda que Hashem es “nuestro” Elohim, se insiste sobre Su dedicación a nosotros. Hay entre él y nosotros un lazo que nunca podrá deshacerse.

A continuación, viene la regla de vida: “Amarás al Eterno tu Elohim, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”. El amor es la adhesión absoluta, fervorosa y gozosa a un ser con el que deseamos fundirnos. Los seres humanos somos imperfectos, por lo que nuestro amor también lo es. Por mucho que amemos a alguien, somos bastante egoístas y no son pocas las veces en las que pensamos más en nuestra comodidad o en nuestro capricho del momento que en la persona amada. El Eterno conoce nuestra imperfección y, por esto nos explica cómo amar-Le. Será poniendo estas Palabras suyas sobre nuestro corazón, hablando de ellas continuamente e inculcándolas a nuestros hijos. En ningún momento alude Hashem a las facultades intelectuales, porque no las considera básicas. Lo que Le importa es el corazón, la afectividad. Ella es la que abre la mente. El raciocinio es una facultad subordinada al corazón, cosa que, por cierto, podemos comprobar a cada momento, viendo a todos los “espíritus superiores” que pretenden asentar su unidad interior en la razón, sumidos en el desconcierto, presa de toda de dudas e incertidumbres, no llegando nunca a adueñarse de una visión coherente y esperanzada del mundo y de la vida. Piden siempre pruebas contundentes de todo y, cuando se les plantean preguntas básicas, tales como:” ¿qué es la vida? ¿De dónde viene? No aportan ninguna prueba de las cosas que afirman sobre el mono o la inalienable maldad del ser humano, que, a su entender, es la expresión de su dignidad más elemental. Nos ofrecen de la libertad una interpretación contradictoria en la que el ser humano es dueño del pensamiento hasta que baja al sepulcro y, entonces, los gusanos son sus dueños. La explicación, a algunos retrasados, nos parece poco convincente y estamos dispuestos a obedecer al Eterno que nos pide la dedicación de nuestro corazón a Su servicio, porque en él palpita la vida y a él se dirige siempre en Su relación con nosotros. Dice Qohélet: “También puso en el corazón la idea de la eternidad, sin que pueda desentrañar el hombre la obra que Hashem ha hecho, desde el principio hasta el final.” No puede ser la información más precisa la razón está arraigada en el corazón.

El Todopoderoso nos dice inmediatamente después cuál es el modo correcto de proyectar en la conducta cotidiana el amor que anida en el corazón. Se trata de inculcar a los hijos las santas palabras que El nos dice y de hablar de ellas continuamente, al levantarse, al acostarse, en casa y fuera de casa, o sea, en todas las circunstancias de la vida buscar siempre en ellas la inspiración, no dedicando nuestra atención a solicitaciones de tipo profano. Para lograrlo, las tendremos como señal en la mano, es decir que se las debe recordar cuando se da, cuando se toma y cuando se manipula. También deben animar nuestras intenciones. Lo dice el texto en términos poéticos: “Serán como frontales entre tus ojos.” Con el tiempo, esta prescripción se materializó en el uso de la filacterías que llevan nuestros varones mayores de edad durante la mayoría de los oficios religiosos. El párrafo se cierra con el mandato de escribirlas sobre las jambas de nuestras puertas. Lo hacemos colocando la mezuzah, que señala el hogar judío a moradores y visitantes.

Como lo podéis comprobar, el respetar las indicaciones de la Shem´á, permite una organización de la vida que cubre todas las eventualidades y evita los interrogantes referidos a la conducta diaria. Veremos, en otra ocasión, que el rezo entero comprende otros dos párrafos, muy importantes también y que se sitúan en otros capítulos de la Torah, pero lo esencial se encuentra aquí, en estas 48 palabras que pronunció Moshé poco antes de su muerte. Las pronunció como padre que las inculca a sus hijos, con la intención de que nunca se nos olvidaran. Y consiguió su propósito, porque han pasado los milenios, hemos sufrido toda clase de vicisitudes y, a menudo, nos hemos portado mal, pero, a pesar de todo, hemos seguido siendo judíos, arrepintiéndonos de nuestros pecados y tratando de cumplir con la voluntad de nuestro Elohim a Quien amamos de corazón. Es algo que debemos, sin duda alguna a la presencia de la Shem´á en nuestra vida.

Este rezo tan hermoso nunca dejará de asombrarnos, porque está repleto de indicaciones que no se advierten a primera vista, pero cuya lectura deja una impronta muy profunda en el alma, en el inconsciente, como se dice hoy en día. Así, por ejemplo, después de la exhortación inicial todos los versículos, acaban con el sufijo “Jaf” final que significa “tuyo, para ti”, pero este mismo sufijo se encuentra en el cuerpo de los versículos, hasta sumar 16 veces. La shem´á es “Para ti”, para cada uno de nosotros, es un regalo del Amor que Hashem nos profesa y que se plasma en el enunciado de las reglas a seguir para recorrer el camino que nos llevará a encontrar abierta la verja del Paraíso.

¡Bendito Sea Hashem Que le dictó a Moshé, para que nos las dejara en herencia, estas 48 palabras que son el pálpito de nuestra esperanza!

lunes, 18 de agosto de 2008

Parashah Devarim

Parashah Devarim – La Serenidad de Moshé
B”H

Sábado 9 de Agosto de 2008, que es 8 de Ab del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu.

De Malcah

El sábado que viene, cuando leamos la parashah Devarim que abre el libro del mismo nombre, quinto y último de la Torah, estaremos en vísperas del 9 de Ab, la fecha más luctuosa de todo nuestro calendario, lo cual, a mi entender será motivo para saborear con mayor “simjah” (alegría) que nunca la bendición que es el Shabbat, porque los días aciagos se rememoran, pero también se acaban, Baruj Hashem, mientras que el Shabbat perdura. Empezar la lectura de Devarim justo antes del 9 de Ab es un mensaje de esperanza y de fe en nuestra capacidad de superar la desgracia amando a nuestro Creador como lo hizo Moshé Rabenu quien superó todas las pruebas y todos los desencantos para dejarnos, en los últimos discursos y las bendiciones que pronunció antes de morir un ejemplo insuperable de piadosa serenidad.
El libro titulado Devarim (Palabras) se diferencia de los precedentes porque no relata las andanzas de nuestros antepasados, ni dentro ni fuera de Eretz Israel, sino un momento dedicado a la reflexión en el mismo lindero de la tierra que va a ser conquistada de un momento a otro. Esta reflexión la hace Moshé, inspirado por el Eterno, como siempre, pero, esta vez, encierra una novedad. Moshé no se dedica ante todo a transmitir los mandatos del Eterno, Sus leyes y los anatemas de Su legítimo furor, sino que habla de sí mismo, de la parte que le ha tocado en todo el drama del Exodo. En cierto sentido, se podría decir que, en una buena medida, el Todopoderoso le concede a Su profeta un protagonismo que, hasta entonces, no le había consentido.

En Devarim, Moshé habla de sí mismo. Lo hace sin énfasis, con suma naturalidad. Ya es muy anciano y sabe que está a punto de morir. Entonces evoca su vida en tanto que guía de los Benei-Israel, algo por lo que ellos, hasta entonces no han mostrado el menor interés y si bien su discurso es muy serio, incluso severo en varias ocasiones, no encierra ningún resentimiento, en absoluto. Podría recordar que el castigo que El Eterno infligió al conjunto del pueblo de vagar 40 años por el desierto, después de huir de la Tierra Prometida, le alcanzó a él también, pero no lo hace. El tono general de sus palabras es profundamente conmovedor porque rezuma bondad. Es el de un padre que, después de haber enseñados a sus hijos el recto proceder que habrá de ser el suyo para entrar y mantenerse en su país, gozando de una existencia feliz y exitosa, completa su formación abriéndoles la mente y el corazón a la comprensión de lo que ha significado ser su jefe: En suma, les hace madurar. Entender las vivencias del hombre que se ha encargado de sacarles de la esclavitud, física y espiritual es parte de su personalidad colectiva, parte de su historia. Es una cuestión de perspectiva.
La perspectiva es lo que ellos nunca han tenido hasta entonces. Sólo les han preocupado los inconvenientes de la marcha por el desierto y, cada vez que ha surgido uno de categoría, han mirado para atrás, clamando por volver a la humillante esclavitud. Ahora ya han llegado, se saben vencedores y están dispuestos a escuchar. Las puntualizaciones que ahora hace Moshé son buenas para él, porque le permiten expresarse como miembro de Israel, hacerse comprender, cosa que, como ya apuntamos, enriquecerá el acervo espiritual del pueblo y le recordará siempre que su guía no fue un extraño, sino uno de ellos.

Desde luego, la interpelación se centra en el recuerdo de los pecados e infidelidades que jalonan el éxodo para evitar el olvido y las futuras debilidades, pero no siguen un orden cronológico sino el de su impacto en el corazón de Moshé. Le ha dolido especialmente la falta de confianza en la Palabra Divina cuando, al oír el informe alarmista de 8 de entre los diez exploradores que se adelantaron a explorar la Tierra Prometida, el conjunto del pueblo se decantó por la cobardía y la huída despavorida ¿Quién no lo entiende? Entrar en Canaán era la meta de toda la aventura, para Moshé era el cumplimiento de una misión sagrada de la que se estaba mostrando digno, era su esperanza personal también por la que había aceptado enormes sacrificios: separarse de su familia, asumir unas responsabilidades tan excesivas que su propio suegro le había aconsejado compartir con hombres de confianza, elegidos entre los más sensatos de las tribus, aguantar y poner término a las continuas rebeliones y aplacar la Cólera divina cada vez que hubo lugar, rechazar siempre la Propuesta del Eterno para abandonar al pueblo indigno y elegirle a él y a su descendencia como beneficiarios de la Suprema Predilección. La verdad es que enumerar los méritos de Moshé es imposible. Como dice Maimónides:”No se levantó en Israel otro profeta como Moshé”.

La generosidad del gran profeta impregna todo el libro de Devarim que es el texto más entrañable de toda la Torah, el que, por cierto contiene nuestro rezo cotidiano: “Schem’á Israel. Hay quienes pretenden que carece de originalidad y no aporta sino algunas precisiones a las reglas promulgadas en los libros precedentes. Es difícil entender este tipo de opiniones. Devarim es un libro lleno de sabiduría y es una lección de amor. Nunca agradeceremos bastante al Eterno, Cuyo Santo Nombre bendecimos con emocionado corazón, que haya concedido a Su Amado Profeta el privilegio de dictarlo y a nosotros la merced de repetirlo.

¡Bendito sea la memoria de Moshé, nuestro Guía y Bendito Sea Hashem!

viernes, 8 de agosto de 2008

Parashah Mas'é

Parashah Mas´é - La Organización del Asentamiento
B”H
Sábado 2 de Agosto de 2008, que es 1º de Av del año 5768 de 5768
De la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah


La última parashah del libro de Vayqrá (Números), cuya lectura nos corresponde esta semana, se titula Masé, palabra que significa “viajes”, porque en ella se reseñan las cuarenta y dos etapas que jalonan la marcha de los Benei-Israel desde su salida de Egipto hasta su llegada a la frontera de Canaán.

Entendemos que, en el momento en que se va a cumplir la Promesa de entregar a los hebreos la tierra que “mana leche y miel” y que ha sido el objetivo de todo el Éxodo, el Eterno considere imprescindible tal enumeración, porque no es lo mismo vivir unos acontecimientos mientras se están produciendo, con toda la carga de incertidumbre y de tanteos que conllevan, que rememorarlos cuando, ya pretéritos, han mostrado su proyección en el desarrollo ulterior del devenir. Muy a menudo, los resultados que se valoran positiva o negativamente a posteriori no guardan sino una lejana relación con los proyectos o las vivencias iniciales. En el momento de cantar, con acompañamiento de panderetas, el milagroso paso del Mar de las Cañas, o sea, el Mar Rojo, los hebreos no sabían que les tocaría permanecer cuarenta años en el desierto para expiar su falta de confianza en la Palabra de Hashem: Estaban volcados en el agradecimiento y en el júbilo, ignorando por completo cuán pusilánimes se iban a mostrar poco tiempo después. La recapitulación de las etapas, en cambio, se lo recordaría a lo largo de la Historia, ofreciéndoles de sí mismos una imagen diferente de la que tuvieron en el instante de los hechos.

Las etapas del viaje fueron, pues, 42. Nuestros sabios siempre han comentado que este número es el doble de 21, lo cual lo relaciona con la repetición de la palabra santa “ehyé” cuyo sentido es “seré”: En el capítulo 3, versículo 14 del libro de Shemot (Éxodo), Hashem responde Moshé que le pregunta Quién es El, “Seré El Que seré” lo cual, en hebreo, se enuncia: “ehyé Asher ehyé” y se ortografía “álef, he, iod, he”, letras que suman 21. L a repetición de la palabra “ehyé” después del relativo “Asher” suma 42: Y esto, significa que el éxodo de los Hijos de Israel está enmarcado entre las dos Manifestaciones del Futuro con el que Se designa a Sí Mismo el Todopoderoso. Es admirable la perspicacia de nuestros sabios que advirtieron que el primer futuro se refiere a todo el camino que nuestros antepasados tenían por delante al empezar su periplo y el segundo a toda la vida sedentaria que tendría en la Tierra de Promisión.

Hay también otra implicación muy interesante en este doble futuro: Está relacionada apreciación de los acontecimientos. Con el “seré lo que seré” el Eterno nos previene de que El Será para nosotros lo que suscite cada momento de nuestra mutua relación. El futuro detenta la clave del fugitivo presente que, en una evolución continua, se transforma en pasado. El pasado es el último estado de cada grado de la mutación anímica y depende de la concepción que el futuro forjará de él. Ya sabemos que, en el Santo Tetragrama, la letra que lo representa es la última de las cuatro. Es pura lógica, para que el pasado sea tal, es menester situarse después de su perfección, en su futuro. Si yo estudié hebreo cuando era una niña y, por mucho apego que tuviera a la religión, ambicionaba convertirme en profesora de literatura francesa, el concepto que tenía de mí misma dejaba en un segundo lugar tanto mis estudios de hebreo como los éxitos que cosechaba en piano. Pasarían muchos años antes de que advirtiera que el hebreo y cierta visión personal de la Torah eran lo fundamental para mí. Entonces, al reconsiderar las etapas de mi vida y las apasionantes conversaciones que iluminaban nuestra vida a Diego y a mí, cuando estábamos atentos a cómo alimentar la llama de amor por el Creador que teníamos el santo deber de mantener viva en sus almas, fui descubriendo que mi vocación era la enseñanza, pero de la práctica de la Torah, no de las sutilezas literarias o filosóficas de los escritos profanos. Por esta razón, ahora veo toda mi trayectoria espiritual e intelectual como algo coherentemente destinado a conducirme a mis prioridades y actividades actuales. Ruego vuestro perdón por citarme como ejemplo ilustrativo, pero no lo hago por afán de protagonismo, por lo menos esto espero, sino por deseo de no hablar sino de lo que, con algún motivo, creo conocer mejor que lo ajeno, pero también os contaré de lo de mi amiga Mireille. Teníamos la misma edad y nuestros padres mantenían entre ellos relaciones cordiales. Era aprendía danza acrobática en un conservatorio privado de Marsella. Lo hacía muy, muy bien, granjeándose una merecida admiración por parte de todos cuantos la conocían, gente de la talla de Edmond Audrán o Ludmilla Tcherina incluida. Todos le predecían un porvenir brillante en el cine. A los 18 años, rodó su primera película y obtuvo un éxito que la llevó a Rusia y, luego a Hollywood. Allí conoció a un negociante judío ortodoxo con quien se caso, al precio de abandonar sus acrobacias circenses. Ambos se instalaron en el recién creado Estado de Israel donde se dedicaron a la agricultura. Ella estaba entusiasmada: Tuvo 4 hijos, cosa que la danza le hubiera prohibido. Esto lo oí comentar muchas veces a mi abuela: Mireille ganaría mucho dinero y sería célebre, pero tendría que mantener una figura que le prohibiría la maternidad. Después de varios años pasados en Eretz Israel, su familia y ella se marcharon a los USA donde abrieron un negocio de joyería que ya han dejado a su hijo mayor mientras que ellos han regresado a Israel donde regentan una empresa de exportación y ella, en opinión de su esposo y del resto de su familia, es excelente comerciante. Suele afirmar que esta habilidad se la debe a la disciplina adquirida en su infancia, cuando sus monitores le ensañaron a controlar cada uno de sus movimientos.

Siguiendo ahora con el orden de la parashah, observamos que la primera misión de los Benei-Israel al ocupar su territorio, será librarse de los habitantes que encuentren instalados allí. No limitándose a desposeerlos sino borrando todo recuerdo suyo, especialmente los objetos de su culto idólatra con sus altares. Se trata de hacer una limpieza meticulosa, dio en otros términos, de dejarla disponible para el porvenir. La Torah nos da aquí una lección que puede parecer muy prosaica, pero que es de suma importancia. Saber cortar con lo abominable no es un mero asunto intelectual o sentimental, es también asunto material. No podemos alejarnos para siempre del adulterio manteniendo representaciones de vaudevilles en nuestros teatros, ni olvidar la idolatría proclamando que determinada antorcha lleva una llama sagrada y que los “dioses” de la pantalla, o de cualquier otra cosa, son merecedores de una admiración y de unos emolumentos fabulosos que, en derecho, se deberían dedicar a mejorar las condiciones de vida de los honrados ciudadanos volcados en el cuidado de su familia y a evitar la pobreza, cada día más horrible, que aqueja a gran parte de la población mundial, sin que la exhibicionista y publicitaria caridad de algunos “famosos y famosas” la alivie. Cuando se quiere empezar de cero, el primer imperativo es procurar la desaparición de todo lo anterior. El hombre moderno casi nunca lo hace: En nombre de la cultura, del buen gusto o de los latidos de su sensibilísimo corazón, conserva recuerdos entrañables de obras que ensalzan unos valores que él afirma desaprobar. Esta gran imprudencia demuestra nuestro grado de apego a unos “valores” que pretendemos rechazar en su integridad. Nos lo recuerda la presencia del mes de Tamuz en el calendario hebraico: Tamuz era un ídolo, simpático, por lo visto, ya que las mujeres le lloraron. Con tanto llanto, Tamuz permaneció en nuestra vida. Con mala fama. Se le tilda de aciago, aunque, no es justificado semejante insulto. Lo aciago es la carga de magia negra que le ponemos a este mes. En realidad, él, simplemente, nos recuerda cada año que hay siempre una migaja de idolatría en nuestra alma y que la podemos neutralizar con la aceptación de cierta energía negativa que nos obliga a tener una conducta escrupulosamente controlada.

Por cruel que parezca, la limpieza de fondo que consiste en echar del país a los antiguos moradores es indispensable para poder establecer el nuevo orden. Dice el texto: “si no desposeáis a los moradores de la tierra ante vosotros, ocurrirá que quienes permanezcan en ella serán como espinas en vuestros ojos y como aguijones en vuestros costados y os oprimirán en la tierra donde habitéis. Y como Yo pensé hacer a ellos, os haré a vosotros.” Con estas palabras tajantes, explica Hashem a su pueblo que quienes Le han ofendido lo suficiente para que otorgue el país en el que vivían al Pueblo Elegido, no deben recibir compasión, ni ser tolerados en un suelo que han mancillado con sus abominaciones. No respetar tan solemnes prohibiciones acarrearía para los Benei-Israel la asimilación, porque sus protegidos, al comprobar su debilidad, les acosarían de todas las formas posibles, desde la predicación hasta la presión económica, para recuperar su obsoleta primacía. El Eterno previene a los hebreos de que si se hacen cómplices de sus predecesores en Canaán, los tratará como a ellos.

En contraste con tan extremo rigor, la bondad que Haqadosh Baruj Hu exige a los le vitas para el homicidio involuntario, “tanto para los Benei-Israel como para el extranjero y el peregrino de otras tierras” es un modelo de humanitarismo ajeno a todo nacionalismo. No existen fronteras para la inocencia, el homicidio involuntario siempre será acogido en las ciudades de refugio pertenecientes a los levitas.

De los levitas hemos de hablar ahora porque ellos son los grandes protagonistas de la organización de la vida en Eretz Israel. No tienen derecho a una parte del país, como las demás tribus, sino que deben estar dispersos entre ellas, porque su misión consiste en atenderlas a todas. En primer lugar, además del servicio religioso que les incumbe prestar en el Santuario, deberán encargarse de enseñar la Torah y velar por su cumplimiento. No es tarea fácil y obliga a sus responsables a encontrarse siempre a proximidad de quienes pueda necesitar su asesoramiento, sus consejos o su protección. El Todopoderoso ordena que los Benei-Israel les entreguen 42 ciudades con un entorno campestre que serán dueños de utilizar para el pastoreo de su ganado y para sus demás bienes y necesidades. Las medidas de las ciudades levíticas están estrictamente limitadas por el mandato divino. No se trataba de que los levitas vivieran en medio del despilfarro, sino de que gozaran de cierto confort. Como lo veníamos diciendo, ellos debían garantizar el orden religioso y moral del pueblo. En cierto modo, eran un lazo de unión entre las tribus y la garantía del respeto de los derechos humanos, según lo estipulado en la Torah. También se encargaban de velar por los más débiles: Eran a la vez la Seguridad Social y el Ministerio del Interior. Sin ellos. Todo se hubiera venido abajo en poco tiempo. Era natural, en estas condiciones que el pueblo cuidara de su bienestar.

Volviendo al número 42 de las ciudades que El Eterno les asignó, es evidente que gu8arda relación con las otras tantas etapas del viaje entre Mitzraim y Canaán enumeradas anteriormente y es fácil imaginar que tenían plena consciencia de que este número debía recordarles a diario el camino que, por interminable que parezca tiene un término. Por otra parte y en opinión de un gran cabalista contemporáneo, el número 42 está ligado al arco-iris por una cuestión de ángulo. Es tanto más interesante este hallazgo cuanto el arco-iris es el de la Paz después del Diluvio. El número 42 nos recordará, pues, que el Eterno nos ofrece la Paz si sabemos recordar las etapas del viaje hacia la libertad y que, en nuestra tierra, los garantes de esta paz son los levitas.

Pero ellos no se van a quedar con estas 42 ciudades. El Eterno, en el mismo capítulo 35 de Vayqrá les va a conceder 6 más que serán las llamadas “ciudades de refugio” de las que ya hemos hablado.
Los levitas tuvieron, pues, un papel muy relevante en la vida de nuestros antepasados, haciendo honor a su patronímico: Leví fue el tercer hijo de Jacob y Leah. Es un nombre que deriva de un verbo que significa “unir, conectar”, incluso “acompañar “. Leah lo eligió pensando que su esposo, al ver que le había dado tres hijos, ya cohabitaría con ella. La pobre mujer se vio frustrada en su empeño, pero el Eterno le concedió una espléndida compensación, puesto que los le vitas fueron el lazo de unión que garantizó la unidad de Israel. Son así merecedores de nuestro emocionado agradecimiento y de un motivo de que afloren a nuestros labios las palabras que expresan el hondo sentir de nuestros corazones y que son:

¡Bendito Sea para siempre jamás el Nombre del Eterno Que instituyó la orden de los levitas!