Torah

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Objetivos

El objetivo de Emunah es compartir pensamientos y vivencias relaciónandolos con los preceptos toraicos porque los consideramos vigentes en cualquier tiempo y espacio. Emunah est,a abierta a todos, sean o no sean judíos, sean o no sean practicantes.

La palabra Emunah es hebrea. Designa la confianza total, absoluta en la Bondad Divina y en la capacidad del ser humano para integrarse a este flujo de Bondad y participar en su expresión para mayor gloria del Eterno y de su Creación.

jueves, 9 de octubre de 2008

El Shabbat, Corona de la Creación

El Shabbat, Corona de la Creación –
B”H
De Malcah
Este texto se publicó en Maguén-Escudo, revista de la Comunidad Judía de Caracas., para la
Que lo escribí hace muchos años

El empeño que ponemos los judíos en la observancia del Shabbat es contemplado por la sociedad moderna como un yugo superfluo y estéril. Se nos suele argumentar que la civilización actual ha superado en cantidad y en calidad el progreso social representado en su día por la institución del reposo semanal para todos, ya que le legislación vigente otorga un total de vacaciones, puentes entre fiestas y fines de semana superior al número de días shabbáticos previstos en la Biblia ¿por qué, entonces, aferrarse al estricto cumplimiento de un precepto tomado en su sentido literal?
Si nos limitamos a contestar que el Shabbat es el centro de la vida israelita, la más antigua de todas nuestras fiestas y su celebración el sello de una alianza perpetua entre El eterno y Su pueblo, manifestamos nuestra religiosidad y nuestro apego por la tradición, pero nada mostramos del carácter específico del Shabbat, que le reviste de una in comparable singularidad y de una inagotable riqueza. En cambio, a través de una comparación entre el Shabbat y las vacaciones profanas, evidenciaremos diferencias tan ingentes que entrañan una oposición irreductible, con lo cual la observancia del sábado en plena “sociedad del ocio” sigue siendo para el individuo, la familia y el pueblo judíos tan importante como en los siglos pasados.
El Shabbat, corona de la Creación, único día bendecido por el Señor, marca el ritmo septenario de la respiración cósmica. Al encarecernos su observancia, el Santo, Bendito Sea, nos garantizó la autenticidad de miembros operantes del universo, nos confirió una dignidad sacerdotal. No hay, pues, medida común entre el Shabbat, constitutivo de la identidad judía y las vacaciones profanas. El Shabbat es necesario, ineludible, preside la organización de la actividad humana a la que confiere su sentido y las relaciones entre los hombres. No en balde, el cuarto Mandamiento es el puente entre los tres primeros, dedicados a la relación entre el hombre y El Eterno, Bendito Sea Su Nombre y los seis restantes en los que se firman las normas de la convivencia familiar y social. Por el contrario., las vacaciones no pasan de ser un paréntesis eludible en la vida profesional. Ni siquiera suponen una proscripción temporal del trabajo. Es de sobra conocida que mucha gente (sobre todo mujeres, dicho sea de paso) trabaja más los días festivos que lo laborables.
Por otra parte, la etimología nos ofrece una sorpresa instructiva que es preciso llenar de alguna forma: la palabra “vacaciones” deriva de la raíz “vacuum” que significa “vacío”. Aunque ninguna actividad esté prohibida durante las vacaciones, éstas son sentidas como un tiempo vacío, que es preciso llenar de alguna forma, artificialmente. Esto explica la búsqueda angustiosa/angustiante de ocupaciones, distracciones, viajes, espectáculos etc. la que se entregan desesperadamente los esclavos de una sociedad que, fuera de la producción desatinada de bienes de consumo y armas mortíferas, sólo concibe la nada. Para el judaísmo, en cambio,
Para el judaísmo, en cambio, el vacío es algo inconcebible. El Shabbat es un tiempo de plenitud que redima al individuo el yugo de las tareas materiales y abre un espacio a la introspección, a la meditación, a la conversación, a los movimientos relajados, acordes con el discurrir natural de las horas. En Shabbat, nadie tiene derecho a apremiarnos con la hora, ni vamos a acudir a lugares de trabajo, ni vamos a salir de viaje, así que podemos olvidar los relojes, cosa benéfica para el psiquismo.
Idéntica oposición puede apreciarse entre la ideología de la llamada “sociedad del ocio”, que considera el descanso y el tiempo libre como productos industriales, engendrados por la tecnología más sofisticada y el reposo del séptimo día que nos retrotrae a la época paradisíaca en la que el hombre era libre y dueño de su destino. Dicho en otros términos, el Shabbat nos recuerda que la libertad es la condición natural del hombre y que éste no necesita ninguna tecnología para acceder a ella.
Día de paz, de descanso, de disponibilidad, el Shabbat es el momento del reencuentro con familiares y amigos. Mientras que las vacaciones son, casi siempre un período durante el cual cada miembro de la familia se marcha por su lado y los amigos se volatilizan, el Shabbat, al no permitir este alejamiento, esta huída de la solidaridad ante los problemas o las alegrías que afectan a familiares y amigos, nos brinda la oportunidad de escuchar atentamente a los seres queridos, de comunicarnos con ellos, de establecer la concordia y crear la paz, manteniendo vivas nuestras tradiciones orales, inagotable tesoro de la palabra que, de puro amor, se hace canto para alabar al Todopoderoso.
Otros devoran kilómetros en carreteras repletas de coches guiados por conductores nerviosos o ebrios, encargados de entregar su tributo de víctimas a un ídolo anónimo e implacable. El vacío aspira a sus secuaces. Nosotros paseamos a pie, respirando a pleno pulmón y disfrutando de nuestro privilegio de seres exentos del sacrificio humano.
La Naturaleza sigue ejerciendo sus funciones y dando sus frutos el sábado como los otros días. Ese espectáculo nos recuerda la supremacía del espíritu sobre la materia: es el hombre quien tiene la responsabilidad del descanso, él se lo debe garantizar tanto a los animales como a la tierra que cultiva. Todo, en el Shabbat es obra de responsabilidad, de asunción, de voluntad, en suma, de libertad. No en vano está dedicado este día a conmemorar la salida de Egipto: “Antes éramos esclavos, ahora somos libres”.
Mucho, muchísimo se podría escribir sobre las relaciones shabbáticas entre el hombre y la naturaleza. En el marco de estas breves reflexiones, nos limitaremos a sub rayar otro de sus aspectos esenciales: la dignificación de lo natural en el ser humano. Contrariamente a los materialistas que llegan a deshumanizarse hasta el punto de considerarse simples máquinas (expresiones como “hay que recargar las baterías”, para indicar que se necesita reposo, o títulos de libros como “La Maravillosa Máquina Humana” son elocuentes), el judío, en sábado, se afianza en su humanidad. Al no poder utilizar ni instrumentos, ni herramientas, experimenta, en cierto modo, el retorno al estado originario de ser a la vez espiritual, psíquico y vegetativo. Sabe que Ha Qadosh Baruj Hu le ama le ama en su totalidad y esta reconciliación de la criatura consigo misma es una parcela del Edén vedada a los infortunados en ruptura con la autenticidad que van por tierra, por aire y por mar huyendo de su alma.
Una escueta síntesis de lo expuesto nos permite afirmar que, lejos de representar, como las vacaciones profanas, una separación, un distanciamiento, una pretendida evasión, que es en realidad una huída, el Shabbat supone unión, acercamiento, responsabilidad. Frente al “vacuum” profano que se materializa en tiempo de ausencia, el Shabbat es tiempo de presencia: Presente ante su Elohim, presente ante su pueblo, presente ante su familia, presente ante sí mismo, el judío que guarda el Shabbat permanece indestructible, como las montañas de Jerusalén, agradeciendo con inmensa alegría este don de la presencia que le hace su Creador, a imagen y semejanza de la Santa Shejinah por cuyo brillo las tinieblas se vuelven luminosas y el exilio, sendero de la esperanza.

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