Parashah Shoftim – El Ejercicio de la Responsabilidad
B”H
Sábado 6 de Septiembre de 2008, que es 6 de Elul del año 5760 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah
El sustantivo Shoftim que encabeza la parashah que vamos a leer este próximo sábado significa “jueces, siendo su singular “shofet”, palabra que, en hebreo, se ortografía “shin, pe, tet”. La shin, ya lo sabemos, es la penúltima letra de nuestro alfabeto sagrado y su sentido propio es “diente”, pero su espectro semántico es muy amplio. Puede pronunciarse de dos maneras distintas: “sin” o “shin”, según los casos. La segunda pronunciación está estrechamente ligada con la santidad, puesto que es la primera de “Shem” (el Nombre), es la mediana de Mashíaj (Mesías) y la última de “Qadosh” (Santo). Con esto, tenemos sobrados motivos para reflexionar sobre la importancia que se le debe conceder por ser inicial de “shofet”, cosa que haremos después de indicar que la “pe”, segunda consonante de “shofet”, indica la boca, cosa que nada tiene de Extraño, porque la misión del juez es pronunciar sentencias, su boca es el órgano del derecho aplicado y debe serlo para el mayor bien de la sociedad, es decir respetando las exigencias de la Santa Torah con buena voluntad y discernimiento. La letra “tet” indica precisamente lo bueno.
Vemos, pues, que las tres consonantes de “Shoftim” son, a la vez, una descripción de lo que es un juez y un programa de actuación. El juez es un hombre que antepone la santidad, que es el respeto sincero y total a la Torah, el amor por ella a cualquier otra consideración, para que su boca emita sentencias que vayan siempre a favor del bien. Cuando se acude a los tribunales es porque algo ha roto, o está a punto de romper, la armoniosa convivencia de grupos o individuos. La misión de los jueces será restablecer la armonía social, dictando una sentencia reequilibrante que tenga el poder de hacer que el inocente se sienta protegido y el culpable acepte el castigo, pero sólo se podrá alcanzar este objetivo si todos reconocen la autoridad de los jueces. También es preciso que la sociedad disponga de un número suficiente de jueces para hacer frente a todos los conflictos que se presenten y no se acumulen en las oficinas judiciales expedientes de los que nadie se ocupa. El texto de la parashah alude a este extremo desde el principio al decir: “Pondrás para ti en todas las ciudades que el Eterno tu Elohim asigna a tus tribus y juzgarán al pueblo con juicio justo”. La expresión “en todas las ciudades” indica bien a las claras que el número de jueces es importante. Desde luego, este versículo 18, que es el primero de la parashah tiene una gran densidad de significado. Dice “pondrás para ti”, o sea, nadie te va a imponer a nadie, tú debes designar a quienes te van a juzgar, llegado el caso, o van a emitir sentencias que, incluso si están destinadas a otros te afectarán de alguna forma, porque marcarán una pauta. La justicia es asunto de todos. Si los jueces dictaminan que no pueden castigar a un hombre que ha robado comida porque sus hijos estaban hambrientos, se encuentran ellos en conflicto con una sociedad que permite tales horrores y les obliga a corromper sus más santos principios, indultando al ladrón. Cuando las cosas llegan a estos extremos, o el conjunto social se enmienda o irá de mal en peor, entre otras cosas porque siempre habrá quien vea en la justicia una institución manipulable y ésta habrá dejado de ser la protección del inocente. Con esto, quiero recalcar que en la expresión “pondrás para ti jueces”, el “para ti” es fundamental.
Creo inútil insistir sobre el final de la frase que dice. “Juzgarán al pueblo con juicios justos” porque a nadie se le escapa su alcance. De todas formas, quien lea el texto no dejará de advertir que el versículo siguiente explicita el precedente con el uso de una segunda persona del singular que, estilísticamente hablando, resulta sorprendente, pero que refuerza la idea que estábamos desarrollando más arriba, de que toda la sociedad está implicada en las sentencias judiciales. Dice: “No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, ni admitirás regalos, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte los juicios del justo. Sólo buscarás la justicia para que vivas y así poseerás la tierra que Hashem tu Elohim te dio en heredad.” Todo Israel es el interpelado y, si lo pensamos un poco, comprenderemos que, con estas pocas palabras, el Todopoderoso nos previene que una sociedad tiene los jueces que elige y que son un reflejo suyo, en suma, los jueces que se merece. Hoy día es un secreto a veces que la presión social ejercida sobre los jueces es bestial. Pues no poseeremos la tierra que el Elohim nos dio en heredad. Probablemente tal advertencia se dirija a toda la humanidad y no sólo a Eretz Israel. “La tierra que te dio en heredad” es una expresión que puede aplicarse a todo el planeta y a toda la Humanidad que, desde luego, no va camino de heredarla porque la está asesinando con su comportamiento desenfrenado, basado en el culto a la injusticia.
Los Shoftim son la boca de la sociedad que les ha elegido para dirimir los conflictos que surgen en su seno y las decisiones que ellos tomen indican un camino a seguir. En este sentido, se puede afirmar que son halájicas: Si un juez decide que el tutor de un huérfano se ha lucrado utilizando el patrimonio del menor de edad para incrementar sus negocios personales y que, por lo tanto, debe resarcirle, además de pagarle una indemnización que le compense por el engaño susceptible de haber creado una falta de confianza en los detentores de un poder, está advirtiendo al conjunto de la tribu que tolerar estos abusos es peligroso para todos.
Otro aspecto interesante de la palabra “Shofet” es que sus consonantes suman 389, (Shin=300, pe=8º, Tet =9) como, por supuesto, las de su temurah “pshat”, que indica el empleo del sentido literal, inmediatamente comprensible de una manifestación verbal, porque si bien es cierto que no se pueden tomar en serio frases tales como “¡Yo, a ti, un día te estrangulo!” que suelen ser producto de una alteración emocional, también lo es que este último extremo no debe servir de pretexto a tergiversaciones interminables, destinadas a nublar el entendimiento de los oyentes, incluso el de los jueces y que, si las tiene en cuenta, acaban torciendo el derecho. La gente debe acostumbrarse a controlar su lenguaje. Es cuestión de honradez, dignidad y prudencia. Les incumbe a los jueces recordarlo de continuo a los ciudadanos. Os ruego que lo meditéis, la atención prestada al sentido literal de las palabras no es ninguna futilidad: Os daré un ejemplo que los españoles de mi edad recordarán fácilmente porque refleja un mentalidad que fue muy extendida en tiempos de nuestra juventud. Una conocida mía me conto, a finales de los años cincuenta, que estaba muy satisfecha con la nueva amante de su marido porque ésta le tenía colmado de atenciones, de forma que la vida conyugal se hacía muy llevadera al no tener ella que complacer al esposo en la cama, cosa que la aburría sobremanera y la ponía en peligro de quedarse de nuevo embarazada. Como es natural, yo le planteé la cuestión del adulterio y recibí la increíble contestación siguiente: “¡Adulterio, no! Esta mujer pertenece a una clase social muy inferior a la mía. ¡Oye, a mí, mi marido me respeta!” El negarse a tener en cuenta el sentido literal de las palabras puede llevar muy lejos ¡Que no lo dude nadie!¡ sobre todo, quiera Hashem que los jueces sean muy cautos con esto de “Las cosas no son lo que decimos sino que son lo que pretendemos que queremos decir y quienes no nos admiten los enredos verbales son unos fanáticos intolerantes que están faltos de cultura, a quienes es urgente enseñar que lo que se dice no es sino que es lo que no se dice, porque lo que se dice es superior a lo que no se dice, pero está implícito a lo que se podría decir pero no llega a decirse!” Ningún juez honrado puede aceptar estas patrañas. El sentido literal, siempre que se mantenga una buena prudencia a la hora de tomarlo en cuenta, es una garantía para la gente honrada. Esto lo debería saber Israel más que ningún otro pueblo, porque la Torah le incita de continuo a estudiar “lo que está dicho”, no a corromperlo para justificar vicios y desviaciones de conducta. En este aspecto también el ejemplo de las decisiones jurídica s es fundamental.
Otra temurah, no menos elocuente que la precedente, de la palabra “shofet” es “Shataf” que significa “Lavar, enjuagar, fluir, manar, desbordar, correr, cubrir, tragar, dedicarse, entregarse”. Desde luego, esta serie tan hermosa y poética de verbos describe a la perfección el alcance de la labor que los jueces llevan a cabo. Ellos lavan la sociedad, al dejar fluir el amor por la justicia que mana de su corazón, anegan los esfuerzos de la maldad y del vicio para dedicarse por completo a inundar rápidamente (Shataf también es “rapidez”) la sociedad con el torrente de la equidad.
En sucesivos párrafos, nuestra parashah complementa las indicaciones impartidas a los jueces para que les resulte posible cumplir con su misión honrada y libremente. Por ejemplo, toma muy en cuenta la terrible dependencia que el juez tiene de los testigos. El falso testimonio, cuya terminante prohibición es objeto del noveno de los Diez Mandamiento, ha sido de siempre objeto de horror para los cumplidores de la Torah. No olvidemos, por favor, que la calumnia y el falso testimonio han sido tradicionalmente los dos pilares de las persecuciones contra nosotros. Se pretendió que el ritual de Pésaj incluía libaciones preparadas con sangre de un niño cristiano y otros horrores. Debo mencionar aquí que las cosas han cambiado poco, si es que han cambiado. Aunque no se publiquen tales aberraciones hoy en día, porque, en este aspecto, la ley civil nos protege, existen determinadas asociaciones, o sectas, que las recogen sin que nadie les llame la atención, pero en determinados países cosas semejantes se publican a diario. En algunos países, cristianos y musulmanes, a su vez, son víctimas de una persecución parecida. Como decía un afamado escritor francés a principios del siglo XIX, “La calumnia, no la desprecie Ud. Es un arma letal”. Pues bien, volviendo a lo que estábamos comentando, el juez depende en muchos casos de los testigos que interroga: Para preservar el acierto de su criterio, la Torah ordena lo siguiente: “Sólo sobre la palabra de dos o tres testigos, se condenará a muerte, no por lo que diga un solo testigo.” La frase ulterior constituye una protección anímica para el juez y una disuasión para quien tuviera la tentación de levantar falso testimonio. Estipula que, caso de haberse pronunciado la pena de muerte, que era por lapidación, de forma que fuera de lejos, sin que nadie tocara al condenado, ni nadie pudiera saber de quién provenía, eventualmente, el golpe fatal, los testigos eran los encargados de tirar las primeras piedras.
Como todos sabemos, la sociedad en la que vivimos debe, ante todo, garantizar el derecho de las generaciones futuras a una vida equilibrada y dichosa dentro del marco de la Torah: En este aspecto, la labor de los jueces adquiere toda su dimensión de bondad y santidad, de forma que es deseable y justo suplicar al Eterno para que siempre suscite en medio de Israel a hombres de tan altas virtudes que respondan a la vocación de ser jueces.
¡Bendito Sea Hashem que, en todas nuestra generaciones, nos ha concedido y nos concederá esta incomparable merced de contar entre nosotros a hombres santos, cuya boca enuncie buenas sentencias!
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