Torah

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Objetivos

El objetivo de Emunah es compartir pensamientos y vivencias relaciónandolos con los preceptos toraicos porque los consideramos vigentes en cualquier tiempo y espacio. Emunah est,a abierta a todos, sean o no sean judíos, sean o no sean practicantes.

La palabra Emunah es hebrea. Designa la confianza total, absoluta en la Bondad Divina y en la capacidad del ser humano para integrarse a este flujo de Bondad y participar en su expresión para mayor gloria del Eterno y de su Creación.

viernes, 29 de agosto de 2008

Parashah Reé

Parashah Reé –El Poder de la Mirada

B”H

Sábado 30 de Agosto de 2008, que es 29 de Av del año 5768 de la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah.

La interpelación “Reé” (“mira”) que inicia la parashah de este sábado es un imperativo singular que por cierto se dirige a un colectivo, porque el complemento del verbo “noten” (doy) que viene a continuación, es “lifneijem”, (ante vosotros). Aparece luego la palabra “hayom” (hoy) que es importante porque indica un hecho que se está produciendo en el presente, mientras Moshé está hablando. No se trata de ninguna reminiscencia, sino de algo completamente nuevo, por lo menos de algo que se ha de contemplar como visualisable y de inmediato. Por lo general, la Torah refiere las órdenes orales de Hashem a Moshé. Aquí, en cambio, aparece el vocablo “mirar”, aplicado a los dos polos del comportamiento de Hashem con Israel, la bendición o la maldición. Ambas han sido objeto de repetidas advertencias verbales, pero, en este momento, el Sumo Hacedor, más que un a escucha se refiere a una mirada, quedando la traducción literal de la primera frase de nuestro texto en: “Mira, Yo doy hoy ante vosotros la bendición y la maldición”. Sigue el enunciado de lo que es origen de cada una, la obediencia al Eterno, en el primer caso y la idolatría en el segundo. Todo el mundo, al emplear el giro:”Mira lo que te digo”, en lugar de “escucha”, solicitamos de nuestro interlocutor que se fije en el significado de nuestras palabras con especial atención, porque juntar la mirada a la escucha es alcanzar un grado elevado de concentración. Es tan importante la mirada en la calidad de la escucha que cuando tenemos un dialogo presencial con alguien, esperamos del otro que nos mire, hasta tal punto que si no lo hace estamos convencidos de que no nos presta atención. Los profesores lo sabemos muy bien, si advertimos que un alumno está mirando a cualquier sitio menos a nosotros, pensamos, con mucha razón que no está escuchando. Pero, en el texto que nos ocupa, el verbo “mirar”, como lo veremos a continuación, viene pronunciado con especial énfasis. Constituye la primera palabra de la parashah, está formada por dos letras, la “resh” y la “álef” que se encuentran en las dos primeras palabras de la Torah y por la “he” que es la letra central de “Elohim.”En efecto, la Torah dice:”Bereshit bara Elohim”. Es importante la presencia del verbo “ver” en el primer hemistiquio de Bereshit, porque anuncia, de un modo más o menos críptico, su reiterativo empleo todo a lo largo de la Creación, excepto en el día lunes. El Elohim “ve” Su Obra. Entonces, cuando Moshé incita a los Benei-Israel a “ver”, en el preciso momento en que ellos van a fundar su país, les está invitando a prepararse seriamente para poder verlo siempre como algo bueno. Para esto se les repite la condición que es obedecer al Eterno.
Muchas personas preguntan por qué la Torah repite hasta la saciedad la existencia de la misma alternativa que conocemos desde los días antiguos: Si obedecemos al Eterno y hacemos Su Voluntad, El nos bendice y, en caso contrario, nos maldice. Esta reiteración es aparentemente superflua, puesto que ya se han mencionado en infinidad de ocasiones. La respuesta es que la Torah está escrita de tal forma que cualquier persona, al leer uno de sus párrafos entienda de inmediato la exigencia formulada, sin tener que andar indagando por el resto del texto, cosa que sí, se puede hacer con los capítulos de corte histórico, pero no con las exigencias relativas a la relación con el Creador, que no es ninguna narrativa, sino el molde espiritual de nuestro ser y por consiguiente una verdad que ha de estar omnipresente en el Libro, para evitar la dificultad a la hora de encontrarla. Los judíos hemos conservado esta aversión a la azorada búsqueda entre las páginas de un libro santo, así nuestros sidurim (libros de rezos) contienen la repetición de los rituales y oraciones para cada circunstancia. La shem´á, por ejemplo, viene enteramente escrita en el conjunto de rezos de la mañana, y otra vez en el de mediodía, y de nuevo, en el de la noche. Nada debe resultar un obstáculo a la concentración del orante. Por otra parte, y, puesto que estamos en Parashah “reé”, referiré aquí la costumbre nuestra de leer el texto, si esto es posible, aunque lo sepamos de memoria. Lo miramos, con la forma de sus letras y, en ocasiones, como en la “shirat Hayam”, con la disposición especial de sus versos. La mirada tiene el poder impregnar el alma con la energía de las letras que El Eterno destina a la formación de nuestra unidad interior.
El situarse en el ámbito de la mirada es dedicar atención al espacio. Este va a ser el objeto de la orden proferida por Haqadosh Baruj Hu en los versículos 29 y 30 de este mismo capítulo 11 de Devarim que estamos leyendo y cuyo enunciado es : “Pondrás la bendición sobre el Monte Grizim y la maldición sobre el Monte Ebal.” No es la primera referencia de la Torah al poder de la mirada. En el capítulo 21 de Bamidbar, se relata que Hashem ordenó a Moshé hacer una serpiente de cobre para que, al mirarla, los Benei-Israel que habían sido mordidos por serpientes venenosas como castigo por una de sus incontables rebeldías, sanaran de inmediato. Cuando Moshé les ordenó mirar dos montes que se encuentran en la Tierra de Promisión, los Benei-Israel, ya tenían noción del poder de la mirada para influir sobre el desarrollo de la existencia. No debieron, pues de extrañarse ante la orden de mirar hacia dos montes, el Grizim y el Eval, parar situar la bendición sobre el primero y la maldición sobre el segundo. La novedad con respecto al episodio de la serpiente de cobre consiste en primer lugar en el hecho de que, esta vez, el objeto de la mirada no es obra del arte humano, sino un par de montes, es decir una Obra del Eterno y, en segundo lugar, que son los Benei-Israel quienes han de conferirle su valor simbólico. Esta mirada dirigida a los dos montes es el eje de la posesión de Eretz Israel. Los dos montes están destinados a recordar al pueblo que poseen la Tierra Prometida a condición de no fallar en el cumplimiento de las órdenes divinas. Mirarlos es indispensable.
El párrafo se cierra con el consabido: “Observaréis todos los estatutos y preceptos que presento hoy ante vosotros. Se ha traducido por “presento” el verbo hebreo “noten” que significa “dar” y, realmente, este caso, es el más adecuado, porque las órdenes se dan, ni se venden, ni se prestan y esto, en todos los idiomas. Ahora bien, aquí el empleo del verbo presentar permite conservar la expresión “ante vosotros”, lo cual es muy importante porque está relacionado con lo visual y por lo tanto, con el tema central de la parashah.
El capítulo 12 que se inicia a continuación es el enunciado de un precepto esencial que concierne el espacio. Hashem, en dos líneas preciosas, manda a los Benei-Israel destruir los lugares sagrados de los idólatras. Enumera los lugares de una forma que se podría calificar de fotográfica. Es el segundo hemistiquio del versículo 2 una tarjeta postal, leerlo y ver las montañas, las colinas y lo árboles frondosos, es todo uno e, incluso, se transmite a través de estas palabras tan sencillas, el encanto de una naturaleza seductora que, fácilmente puede incitar a la idolatría. El mensaje subyacente es “¡Ten cuidado, la belleza de la Tierra, también puede ser una trampa!” El ojo puede ser un enemigo del recto proceder y causa de que nos echemos a nosotros mismos el llamado “mal de ojo” y la mirada puede emponzoñarnos la vida. La belleza, sea de la mujer, sea del hombre, del niño, del animal, de la obra de arte o de la naturaleza, siempre puede ser una trampa, porque, con toda su inocencia, puede incitar al ojo que la mira a tratar de prostituirla. Eretz Israel ha de ser el lugar santo por excelencia, el espacio en el que no se prostituye la naturaleza convirtiéndola en morada de ídolos.
No sobra recalcar que esta alusión de Moshé a la naturaleza ni es superflua, ni es caprichosa. Para darle toda su importancia, bastará con pensar que destruir un edificio, tanto un templo como cualquier otro, no supone sino un esfuerzo físico, pero los lugares de culto ubicados en espacios naturales, como aquellos que la Torah denomina “lugares altos” son menos vulnerables porque, ahí el espacio de la idolatría permanece, lo cual explica la insistencia del texto sobre la necesidad de limpiarlos, como se asea un espacio que ha sido mancillada por alguna enfermedad infecciosa. La idolatría, cuando se apoya en espacios naturales, no es únicamente una enfermedad, sino también una prostitución de la Naturaleza, porque, como ahora lo vamos a ver, es posible prostituir a la Naturaleza y tal prostitución va inevitablemente ligada a alguna forma de idolatría.
A la naturaleza, se la admira, se la respeta, se la cuida y se la utiliza para bien, pero sin perder de vista que se la puede prostituir y no sólo cultivando coca u opio, sino vendiéndola como objeto de consumo, lo cual es aún peor, porque es un desprecio total por una obra magnífica del Creador y afecta al conjunto de la población mundial. Bastará con hojear un folleto turístico para ver a los indefensos bosques tropicales sometidos, cuales bailarinas de elegante cabaret a la obligación de contorsionar su desnudez ante la lascivia de unos espectadores que creen haber comprado el derecho a digerir la dignidad ajena con el ojo y su potenciador, la cámara o cualquier otro artilugio cuyo nombre desconozco pero cuyo manejo mis nietos, como los vuestros, imagino, ya dominan a los 8 o 9 años. Se les lleva a plantar árboles en un monte a las afueras de la capital, sin decirles que la contaminación producida a diario por el autobús escolar, como por cualquier otro vehículo que usa petróleo, los matará. Plantar árboles se ha considerado desde que el ser humano habita este planeta, una tarea hermosa y necesaria. Efectivamente, se debe acostumbrar a los niños a hacerlo, pero de forma honrada. Ahora bien, mientras los niños plantan, el desmadre no es muy grave. Lo que sí es grave y gravísimo, es la venta de la Naturaleza a los “turistas”, una muchedumbre que, so color de ir a admirar la belleza de los lugares exóticos, los transforma en imágenes, fotos, filmaciones “souvenirs” y otros objetos que encontrarán su templo pagano en las estanterías y vitrinas de sus adoradores, quienes han pagado una fortuna para ir a pasar unas cuantas noches en un hotel construido en cualquier país lejano, sobre un terreno que, previamente, ha sido privado de su vegetación.
Pues bien, la parashah “reé” nos invita a reflexionar sobre estas cosas que están invadiendo el mundo moderno, por no decir que lo han invadido ya. Hay países que venden su naturaleza y otros que la compran. Es asunto de dinero. El Becerro de Oro es el patrón de la idolatría. Si la parashah de hoy insiste tanto sobre la necesidad de ser vigilante para evitar cualquier rebrote de idolatría en Eretz Israel, es precisamente, porque ésta puede tomar formas muy diversas. Hay que estar atento. La naturaleza no puede evitar la agresión que la técnica moderna multiplica sin cesar, pero puede vengarse porque el Sumo Hacedor la ha dotado de un descomunal poder de réplica. En lo que va de siglo, hemos asistido ya a un incremento sin parangón de los desastres naturales y esto lleva camino de seguir aumentando. Para este fin de semana, se espera que “La Madre de todas las Tormentas” asole Luisiana y estados vecinos, después de haberse cebado con las islas caribeñas. Toda clase de plagas devoran la vegetación y el suelo está contaminado: La tierra nos vomita como consecuencia del maltrato que se le inflige en nombre de la superioridad humana sobre la Voluntad Divina.
Nuestro texto contiene también advertencias contra algunas prácticas paganas que son una agresión al cuerpo humano, semejante a las que afectan a la naturaleza .Un día tendremos que hablar de las agresiones que se le infligen al cuerpo, en la sociedad actual, con el pretexto de aumentar su belleza. Por hoy, nos limitaremos a señalar que la alimentación del Pueblo Elegido está regida por una ley que permite todos los vegetales pero limita el consumo animal. Es un modo de cuidar el cuerpo cuyas razones no son siempre fáciles de entender, pero confiamos en que Hashem al dictarnos Su Voluntad no nos inflige privaciones sino que nos ofrece una dieta capaz de mantener en nosotros la fuerza de ser Su Pueblo y Le bendecimos de todo corazón por Su Infinito Amor que nos ordena ser capaces de mirar de frente las consecuencias de nuestros actos
¡Baruj Hashem!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchisimas gracias por este comentario Morah malcah.

Incluso en mi fase actual de Secularismo y racionalismo, cuando nisiquiera me pongo tefilin (aunque sigo llevando Kippa) , es un gusto leer un documento tan hermoso y bien pensado sobre Torah.

Gracias Mil.

Aryeh Capella

Malcah dijo...

Te agradezco muchísimo el cariñoso comentario que me mandaste y me alegro de comprobar que mis reflexiones pueden ser, además de una herramienta intelectual y religiosa, una fuente de gozo. Un enorme beso, Aryeh. Malcah