Torah

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Objetivos

El objetivo de Emunah es compartir pensamientos y vivencias relaciónandolos con los preceptos toraicos porque los consideramos vigentes en cualquier tiempo y espacio. Emunah est,a abierta a todos, sean o no sean judíos, sean o no sean practicantes.

La palabra Emunah es hebrea. Designa la confianza total, absoluta en la Bondad Divina y en la capacidad del ser humano para integrarse a este flujo de Bondad y participar en su expresión para mayor gloria del Eterno y de su Creación.

viernes, 8 de agosto de 2008

Parashah Mas'é

Parashah Mas´é - La Organización del Asentamiento
B”H
Sábado 2 de Agosto de 2008, que es 1º de Av del año 5768 de 5768
De la Creación del Mundo por Haqadosh Baruj Hu
De Malcah


La última parashah del libro de Vayqrá (Números), cuya lectura nos corresponde esta semana, se titula Masé, palabra que significa “viajes”, porque en ella se reseñan las cuarenta y dos etapas que jalonan la marcha de los Benei-Israel desde su salida de Egipto hasta su llegada a la frontera de Canaán.

Entendemos que, en el momento en que se va a cumplir la Promesa de entregar a los hebreos la tierra que “mana leche y miel” y que ha sido el objetivo de todo el Éxodo, el Eterno considere imprescindible tal enumeración, porque no es lo mismo vivir unos acontecimientos mientras se están produciendo, con toda la carga de incertidumbre y de tanteos que conllevan, que rememorarlos cuando, ya pretéritos, han mostrado su proyección en el desarrollo ulterior del devenir. Muy a menudo, los resultados que se valoran positiva o negativamente a posteriori no guardan sino una lejana relación con los proyectos o las vivencias iniciales. En el momento de cantar, con acompañamiento de panderetas, el milagroso paso del Mar de las Cañas, o sea, el Mar Rojo, los hebreos no sabían que les tocaría permanecer cuarenta años en el desierto para expiar su falta de confianza en la Palabra de Hashem: Estaban volcados en el agradecimiento y en el júbilo, ignorando por completo cuán pusilánimes se iban a mostrar poco tiempo después. La recapitulación de las etapas, en cambio, se lo recordaría a lo largo de la Historia, ofreciéndoles de sí mismos una imagen diferente de la que tuvieron en el instante de los hechos.

Las etapas del viaje fueron, pues, 42. Nuestros sabios siempre han comentado que este número es el doble de 21, lo cual lo relaciona con la repetición de la palabra santa “ehyé” cuyo sentido es “seré”: En el capítulo 3, versículo 14 del libro de Shemot (Éxodo), Hashem responde Moshé que le pregunta Quién es El, “Seré El Que seré” lo cual, en hebreo, se enuncia: “ehyé Asher ehyé” y se ortografía “álef, he, iod, he”, letras que suman 21. L a repetición de la palabra “ehyé” después del relativo “Asher” suma 42: Y esto, significa que el éxodo de los Hijos de Israel está enmarcado entre las dos Manifestaciones del Futuro con el que Se designa a Sí Mismo el Todopoderoso. Es admirable la perspicacia de nuestros sabios que advirtieron que el primer futuro se refiere a todo el camino que nuestros antepasados tenían por delante al empezar su periplo y el segundo a toda la vida sedentaria que tendría en la Tierra de Promisión.

Hay también otra implicación muy interesante en este doble futuro: Está relacionada apreciación de los acontecimientos. Con el “seré lo que seré” el Eterno nos previene de que El Será para nosotros lo que suscite cada momento de nuestra mutua relación. El futuro detenta la clave del fugitivo presente que, en una evolución continua, se transforma en pasado. El pasado es el último estado de cada grado de la mutación anímica y depende de la concepción que el futuro forjará de él. Ya sabemos que, en el Santo Tetragrama, la letra que lo representa es la última de las cuatro. Es pura lógica, para que el pasado sea tal, es menester situarse después de su perfección, en su futuro. Si yo estudié hebreo cuando era una niña y, por mucho apego que tuviera a la religión, ambicionaba convertirme en profesora de literatura francesa, el concepto que tenía de mí misma dejaba en un segundo lugar tanto mis estudios de hebreo como los éxitos que cosechaba en piano. Pasarían muchos años antes de que advirtiera que el hebreo y cierta visión personal de la Torah eran lo fundamental para mí. Entonces, al reconsiderar las etapas de mi vida y las apasionantes conversaciones que iluminaban nuestra vida a Diego y a mí, cuando estábamos atentos a cómo alimentar la llama de amor por el Creador que teníamos el santo deber de mantener viva en sus almas, fui descubriendo que mi vocación era la enseñanza, pero de la práctica de la Torah, no de las sutilezas literarias o filosóficas de los escritos profanos. Por esta razón, ahora veo toda mi trayectoria espiritual e intelectual como algo coherentemente destinado a conducirme a mis prioridades y actividades actuales. Ruego vuestro perdón por citarme como ejemplo ilustrativo, pero no lo hago por afán de protagonismo, por lo menos esto espero, sino por deseo de no hablar sino de lo que, con algún motivo, creo conocer mejor que lo ajeno, pero también os contaré de lo de mi amiga Mireille. Teníamos la misma edad y nuestros padres mantenían entre ellos relaciones cordiales. Era aprendía danza acrobática en un conservatorio privado de Marsella. Lo hacía muy, muy bien, granjeándose una merecida admiración por parte de todos cuantos la conocían, gente de la talla de Edmond Audrán o Ludmilla Tcherina incluida. Todos le predecían un porvenir brillante en el cine. A los 18 años, rodó su primera película y obtuvo un éxito que la llevó a Rusia y, luego a Hollywood. Allí conoció a un negociante judío ortodoxo con quien se caso, al precio de abandonar sus acrobacias circenses. Ambos se instalaron en el recién creado Estado de Israel donde se dedicaron a la agricultura. Ella estaba entusiasmada: Tuvo 4 hijos, cosa que la danza le hubiera prohibido. Esto lo oí comentar muchas veces a mi abuela: Mireille ganaría mucho dinero y sería célebre, pero tendría que mantener una figura que le prohibiría la maternidad. Después de varios años pasados en Eretz Israel, su familia y ella se marcharon a los USA donde abrieron un negocio de joyería que ya han dejado a su hijo mayor mientras que ellos han regresado a Israel donde regentan una empresa de exportación y ella, en opinión de su esposo y del resto de su familia, es excelente comerciante. Suele afirmar que esta habilidad se la debe a la disciplina adquirida en su infancia, cuando sus monitores le ensañaron a controlar cada uno de sus movimientos.

Siguiendo ahora con el orden de la parashah, observamos que la primera misión de los Benei-Israel al ocupar su territorio, será librarse de los habitantes que encuentren instalados allí. No limitándose a desposeerlos sino borrando todo recuerdo suyo, especialmente los objetos de su culto idólatra con sus altares. Se trata de hacer una limpieza meticulosa, dio en otros términos, de dejarla disponible para el porvenir. La Torah nos da aquí una lección que puede parecer muy prosaica, pero que es de suma importancia. Saber cortar con lo abominable no es un mero asunto intelectual o sentimental, es también asunto material. No podemos alejarnos para siempre del adulterio manteniendo representaciones de vaudevilles en nuestros teatros, ni olvidar la idolatría proclamando que determinada antorcha lleva una llama sagrada y que los “dioses” de la pantalla, o de cualquier otra cosa, son merecedores de una admiración y de unos emolumentos fabulosos que, en derecho, se deberían dedicar a mejorar las condiciones de vida de los honrados ciudadanos volcados en el cuidado de su familia y a evitar la pobreza, cada día más horrible, que aqueja a gran parte de la población mundial, sin que la exhibicionista y publicitaria caridad de algunos “famosos y famosas” la alivie. Cuando se quiere empezar de cero, el primer imperativo es procurar la desaparición de todo lo anterior. El hombre moderno casi nunca lo hace: En nombre de la cultura, del buen gusto o de los latidos de su sensibilísimo corazón, conserva recuerdos entrañables de obras que ensalzan unos valores que él afirma desaprobar. Esta gran imprudencia demuestra nuestro grado de apego a unos “valores” que pretendemos rechazar en su integridad. Nos lo recuerda la presencia del mes de Tamuz en el calendario hebraico: Tamuz era un ídolo, simpático, por lo visto, ya que las mujeres le lloraron. Con tanto llanto, Tamuz permaneció en nuestra vida. Con mala fama. Se le tilda de aciago, aunque, no es justificado semejante insulto. Lo aciago es la carga de magia negra que le ponemos a este mes. En realidad, él, simplemente, nos recuerda cada año que hay siempre una migaja de idolatría en nuestra alma y que la podemos neutralizar con la aceptación de cierta energía negativa que nos obliga a tener una conducta escrupulosamente controlada.

Por cruel que parezca, la limpieza de fondo que consiste en echar del país a los antiguos moradores es indispensable para poder establecer el nuevo orden. Dice el texto: “si no desposeáis a los moradores de la tierra ante vosotros, ocurrirá que quienes permanezcan en ella serán como espinas en vuestros ojos y como aguijones en vuestros costados y os oprimirán en la tierra donde habitéis. Y como Yo pensé hacer a ellos, os haré a vosotros.” Con estas palabras tajantes, explica Hashem a su pueblo que quienes Le han ofendido lo suficiente para que otorgue el país en el que vivían al Pueblo Elegido, no deben recibir compasión, ni ser tolerados en un suelo que han mancillado con sus abominaciones. No respetar tan solemnes prohibiciones acarrearía para los Benei-Israel la asimilación, porque sus protegidos, al comprobar su debilidad, les acosarían de todas las formas posibles, desde la predicación hasta la presión económica, para recuperar su obsoleta primacía. El Eterno previene a los hebreos de que si se hacen cómplices de sus predecesores en Canaán, los tratará como a ellos.

En contraste con tan extremo rigor, la bondad que Haqadosh Baruj Hu exige a los le vitas para el homicidio involuntario, “tanto para los Benei-Israel como para el extranjero y el peregrino de otras tierras” es un modelo de humanitarismo ajeno a todo nacionalismo. No existen fronteras para la inocencia, el homicidio involuntario siempre será acogido en las ciudades de refugio pertenecientes a los levitas.

De los levitas hemos de hablar ahora porque ellos son los grandes protagonistas de la organización de la vida en Eretz Israel. No tienen derecho a una parte del país, como las demás tribus, sino que deben estar dispersos entre ellas, porque su misión consiste en atenderlas a todas. En primer lugar, además del servicio religioso que les incumbe prestar en el Santuario, deberán encargarse de enseñar la Torah y velar por su cumplimiento. No es tarea fácil y obliga a sus responsables a encontrarse siempre a proximidad de quienes pueda necesitar su asesoramiento, sus consejos o su protección. El Todopoderoso ordena que los Benei-Israel les entreguen 42 ciudades con un entorno campestre que serán dueños de utilizar para el pastoreo de su ganado y para sus demás bienes y necesidades. Las medidas de las ciudades levíticas están estrictamente limitadas por el mandato divino. No se trataba de que los levitas vivieran en medio del despilfarro, sino de que gozaran de cierto confort. Como lo veníamos diciendo, ellos debían garantizar el orden religioso y moral del pueblo. En cierto modo, eran un lazo de unión entre las tribus y la garantía del respeto de los derechos humanos, según lo estipulado en la Torah. También se encargaban de velar por los más débiles: Eran a la vez la Seguridad Social y el Ministerio del Interior. Sin ellos. Todo se hubiera venido abajo en poco tiempo. Era natural, en estas condiciones que el pueblo cuidara de su bienestar.

Volviendo al número 42 de las ciudades que El Eterno les asignó, es evidente que gu8arda relación con las otras tantas etapas del viaje entre Mitzraim y Canaán enumeradas anteriormente y es fácil imaginar que tenían plena consciencia de que este número debía recordarles a diario el camino que, por interminable que parezca tiene un término. Por otra parte y en opinión de un gran cabalista contemporáneo, el número 42 está ligado al arco-iris por una cuestión de ángulo. Es tanto más interesante este hallazgo cuanto el arco-iris es el de la Paz después del Diluvio. El número 42 nos recordará, pues, que el Eterno nos ofrece la Paz si sabemos recordar las etapas del viaje hacia la libertad y que, en nuestra tierra, los garantes de esta paz son los levitas.

Pero ellos no se van a quedar con estas 42 ciudades. El Eterno, en el mismo capítulo 35 de Vayqrá les va a conceder 6 más que serán las llamadas “ciudades de refugio” de las que ya hemos hablado.
Los levitas tuvieron, pues, un papel muy relevante en la vida de nuestros antepasados, haciendo honor a su patronímico: Leví fue el tercer hijo de Jacob y Leah. Es un nombre que deriva de un verbo que significa “unir, conectar”, incluso “acompañar “. Leah lo eligió pensando que su esposo, al ver que le había dado tres hijos, ya cohabitaría con ella. La pobre mujer se vio frustrada en su empeño, pero el Eterno le concedió una espléndida compensación, puesto que los le vitas fueron el lazo de unión que garantizó la unidad de Israel. Son así merecedores de nuestro emocionado agradecimiento y de un motivo de que afloren a nuestros labios las palabras que expresan el hondo sentir de nuestros corazones y que son:

¡Bendito Sea para siempre jamás el Nombre del Eterno Que instituyó la orden de los levitas!

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